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((**Es6.679**) los nombres de algunos personajes que había visto desfilar a través de su fantasía mientras dormía. En la narración de dicho sueño invirtió tres sesiones consecutivas, hablando a sus jóvenes desde la tribuna que le solían colocar debajo del pórtico, una vez rezadas las oraciones de costumbre. El 2 de mayo estuvo hablando por espacio de unos tres cuartos de hora. El exordio, como sucedía siempre que comenzaba una de estas narraciones, parece un poco confuso y extraño, lo que juzgamos natural, por razones que hemos expuesto ya en otros lugares, y las que ofreceremos al juicio de nuestros lectores. Comenzó, pues, el siervo de Dios a hablar así a los jóvenes. Este sueño se refiere solamente a los estudiantes. Muchísimas cosas de las que vi en él no sería capaz de describirlas, por falta de inteligencia y por insuficiencia de palabras. Me parecía haber salido de mi casa de I Becchi. Me dirigía por un sendero que conducía a un pueblo próximo a Castelnuovo, llamado Capriglio. Quería visitar un campo arenoso de nuestra propiedad, que estaba situado en un vallecillo detrás del caserío llamado Valcappone; la cosecha de este campo apenas si produce para pagar los impuestos. En mi niñez estuve varias veces trabajando en aquel sitio. Había recorrido ya un buen trecho de camino, cuando cerca de aquel campo me encontré con un buen hombre, como de unos cuarenta años, de estatura ordinaria, barba larga y bien cuidada y de rostro moreno. Vestía un traje que le llegaba hasta las ((**It6.899**)) rodillas, llevaba ceñidos los costados y sobre la cabeza una especie de gorrito blanco. Se hallaba en actitud de quien espera a alguien. El tal me saludó familiarmente como si yo fuese para él persona conocida desde mucho tiempo; después me preguntó: -Adónde vas? Mientras detenía el paso, le repliqué: -Voy a ver un campo que tenemos por estos contornos. Y tú, qué haces aquí? -No seas curioso -me contestó-. No necesitas saberlo. -Bien. Pero al menos haz el favor de decirme tu nombre y quién eres, pues me he dado cuenta de que me conoces. Yo, en cambio, no te conozco. -No hace falta que te diga ni mi nombre, ni mis cualidades. Ven. Prosigamos juntos. Me puse en camino con él y, después de avanzar unos pasos, me vi en un extenso campo cubierto de higueras. Mi compañero me dijo: -No ves qué hermosos higos hay aquí? Si quieres puedes tomar y comer los que quieras. Yo le respondí maravillado: -En este campo nunca hubo higos. Y él respondió: -Pues ahora los hay; ahí los tienes. -Pero no están maduros; todavía no es tiempo de higos. -Pues a pesar de ello, mira; los hay ya muy hermosos y en su punto; si quieres probarlos date prisa porque se hace tarde. (**Es6.679**))
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