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((**Es6.669**) >>Contestó: >>-Tampoco hice yo nada por despertarla, puesto que no hacía falta en casa. Y esto por diversos motivos. Primero, porque hay algunos chicos que, si no voy con cuidado, se dejan desmoronar por los escrúpulos. Si hubiese querido sacar provecho de esta muerte para causar impresión, se hubieran colocado cortinas negras a la puerta, se hubiese instalado la capilla ardiente dando libertad para ir a visitar el cadáver a quien hubiera querido, hubieran ido pasando sucesivamente todos los alumnos por la iglesia para rezar el oficio de difuntos; pero, como nadie pidió que se hiciesen oraciones especiales, opté por no hacer nada de todo ello. >>-Desde luego, después del sueño del último día del año, sobraban todos los sermones, observó un clérigo; aquel sueño hizo mucho bien en la casa. >>Y don Bosco, dirigiéndose a éste, añadió: >>-Sí, es verdad; el sueño y sus consecuencias hicieron mucho bien porque había muchas cosas, que yo no podía decir en público, pero las manifestaba en particular. Sucedía muchas veces que yo mandaba llamar a un muchacho y no venía. Pero, al fin, me tropezaba con él y le preguntaba: >>-Por qué no has venido todavía a verme? Por qué quieres tener esa (y la especificaba) serpiente en tu corazón? >>Entonces el muchacho demudaba el semblante y sollozando decía: >>-Cuándo... cuándo tengo que ir a confesarme? >>Otro clérigo se extrañó de la facilidad con la que muchos suelen callar los pecados en la confesión, ((**It6.886**)) hasta cuando hay abundancia de confesores. Don Bosco le contestó: >>-No todos los confesores tienen habilidad, experiencia y medios para escudriñar las conciencias y expulsar las zorras que roen los corazones. Así, por ejemplo, para un determinado sacerdote puede ser el pan de cada día confesar, pero no a muchachos, sino a adultos. Para confesar a los chicos hay que acercarse muchísimo a ellos, tratarles frecuentemente, conocerlos bien, estudiar su carácter y, cuando van a confesarse, muchas veces hay que hacer el examen de conciencia con ellos; hay que saber relacionar que éste dio motivo a cierta queja, ése tiene cierto defecto, aquél tiene otro; porque los muchachos callan, sí, callan fácilmente. Hay dos grandes escollos: la vergüenza y el miedo a perder el aprecio del confesor. >>Al principio del año escolar ingresó en el Oratorio cierto joven, el cual la primera vez que fue a hablarme, dijo: (**Es6.669**))
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