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Nosotros estuvimos observando a los que pasaban
por espacio como de una hora. Pero ícuán necio
fui! En vez de intentar el paso de aquel sendero,
preferimos volver atrás para ver lo que había al
otro lado de la plaza. Habíamos divisado otra
muchedumbre de gente en aquel lugar y deseábamos
saber qué era lo que hacían.Atravesamos, pues, por
un camino muy ancho y cuyo fin no podía ser
apreciado por el ojo humano. Allí contemplamos un
extraño espectáculo. Vimos a numerosos hombres y
también a bastantes de nuestros jóvenes uncidos
con animales de diversas especies. Algunos estaban
emparejados con bueyes. Yo pensaba:
-Qué querrá decir esto?
Entonces recordé que el buey es el símbolo de
la pereza, y deduje que aquellos jóvenes eran los
perezosos. Los conocía a todos: eran los lentos,
los flojos en el cumplimiento de sus deberes. Y al
verlos me decía a mí mismo:
-Sí, sí; les está muy bien empleado. No quieren
hacer nada y ahora tienen que soportar la compañía
de ese animal.
Vi a otros uncidos con asnos. Eran los
testarudos. Así emparejados tenían que soportar
pesadas cargas o pacer en compañía de aquellos
animales. Eran los que no hacían caso de los
consejos ni de las órdenes de los superiores. Vi a
otros uncidos con mulos y con caballos y recordé
lo que dice el Señor: Factus est sicut equus et
mulus quibus non est intelectus. (Hízose como
caballo y mulo, que no tienen inteligencia). Eran
los que no quieren pensar nunca en las cosas del
alma: los desgraciados sin seso.
Vi a otros que pacían en compañía de los
puercos: se revolcaban en las inmundicias y en el
fango como esos animales y como ellos hozaban en
el cieno. Eran los que se alimentan solamente de
cosas terrenas; los que viven entregados a las
bajas pasiones; los que están alejados del Padre
Celestial. íOh lamentable espectáculo! Entonces me
acordé de lo que dice el Evangelio del Hijo
pródigo: que quedó reducido al más miserable de
los estados luxuriose vivendo (viviendo
lujuriosamente).
Vi después a muchísima gente y a numerosos
jóvenes en compañía de gatos, perros, gallos,
conejos, etc.; o sea, a los ladrones, a los
escandalosos, a los soberbios, a los tímidos por
respeto humano, y así sucesivamente.
Al contemplar esta variedad de escenas, nos
dimos cuenta de que el gran valle representaba el
mundo. Observé detenidamente a cada uno de
aquellos jóvenes y desde allí nos dirigimos a otro
lugar también muy espacioso, que formaba parte de
la inmensa llanura. El terreno ofrecía un poco de
pendiente, de forma que caminábamos casi sin
darnos cuenta.
((**It6.873**)) A
cierta distancia vimos que el paraje tomaba el
aspecto de un jardín y nos dijimos:
-Vamos a ver qué es aquello?
-íVamos! -exclamaron todos.
Y comenzamos a encontrar hermosísimas rosas
encarnadas.
-íOh, qué bellas rosas! íOh, qué bellas rosas!
-gritaban los jóvenes mientras corrían a
cortarlas-. Pero, apenas las tuvieron en sus
manos, se dieron cuenta de que despedían un olor
desagradable en extremo. Los muchachos no pudieron
disimular su desagrado. Vimos también
numerosísimas violetas, en apariencia lozanas y
que creímos despedirían agradable fragancia; pero
cuando nos acercamos a cortarlas para formar
algunos ramilletes, nos dimos cuenta de que sus
tallos estaban marchitos y que despedían un olor
hediondo.
Proseguimos siempre adelante y he aquí que nos
encontramos en unos encantadores bosquecillos
cubiertos de árboles tan cargados de frutos que
era un placer el
(**Es6.659**))
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