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Dicho esto, señalando hacia nuestra derecha, en
dirección Este, nos indicó un inmenso valle,
cuatro o cinco veces más extenso que el valle de
sangre, y añadió:
-Veis allá aquel valle? Pues allá irá a parar
la sangre de aquéllos que, siguiendo este camino,
escalarán la montaña; la sangre de los justos, de
los que morirán por la fe en los tiempos
venideros.
Yo procuraba animar a mis jóvenes, que no
podían disimular el terror que los invadía al ver
y escuchar aquellas cosas, diciéndoles que si
moríamos mártires, nuestra sangre sería recogida
en aquel valle, pero que nuestros miembros no
serían arrojados a las orillas como los que
habíamos visto.
Entretanto, los muchachos se apresuraron a
ponerse en marcha. Bordeando las orillas del lago,
teníamos a nuestra izquierda la cumbre de la
colina que habíamos cruzado y a la derecha el lago
y la montaña. A cierta distancia, donde terminaba
el lago de sangre, había un paraje plantado de
encinas, laureles, palmeras y otras plantas
diversas. Nos introdujimos en él para comprobar si
era posible el acceso a la montaña; pero, he aquí
que ante nuestra vista se ofreció otro nuevo
espectáculo. Vimos otro lago enorme, lleno de
agua, y en ella una gran cantidad de miembros
partidos y descuartizados. En la orilla se veía
escrito en caracteres cubitales: <>.
-Qué es esto? Quién nos explicará el
significado de esto?
-En este lago está, -nos dijo UNO- el agua que
brotó del costado de Jesucristo, la cual fue poca
en cantidad, pero aumentó en forma considerable y
sigue aumentando y aumentará en el futuro. Esta es
el agua del Santo Bautismo, con el cual fueron
lavados y purificados los que escalaron ya esta
montaña y con la que deberán ser bautizados y
purificados los que han de subir a ella en el
porvenir. En ella tendrán que ser bañados todos
aquellos que quieran ir al Paraíso. Al Paraíso se
llega, o por medio de la inocencia o por medio de
la penitencia. Nadie puede salvarse sin haberse
bañado en esta agua.
Seguidamente, señalando los restos humanos,
prosiguió:
-Estos miembros ((**It6.869**))
pertenecen a aquellos que atacaron a la Iglesia en
el tiempo presente.
Seguidamente vimos mucha gente y también a
algunos de nuestros jóvenes caminando sobre las
aguas con una celeridad extraordinaria; con una
rapidez, que apenas si tocaban la superficie con
la punta de los pies y, casi sin mojarse, llegaban
a la otra orilla.
Nosotros contemplábamos atónitos aquel
portento, cuando nos fue dicho:
-Estos son los justos, porque el alma de los
santos, cuando está separada del cuerpo, y el
mismo cuerpo cuando está glorificado, no sólo
puede caminar ligera y velozmente sobre el agua,
sino también volar por el mismo aire.
Entonces, todos los jóvenes desearon correr
sobre las aguas del lago, como aquéllos a los
cuales habían visto. Después me miraron como para
interrogarme con la mirada, pero ninguno se
atrevía a iniciar la marcha. Yo les dije:
-Por mi parte, no me atrevo; es una temeridad
creerse tan justos como para poder cruzar sobre
esas aguas sin hundirse.
Entonces todos exclamaron:
-íSi usted no se atreve, mucho menos nosotros!
Proseguimos adelante, siempre girando alrededor
de la montaña, cuando he aquí que llegamos a un
tercer lago, amplio como el primero y lleno de
fuego, en el cual se veían trozos de miembros
humanos despedazados.
En la orilla opuesta se leía un cartel: <>.
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