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UNA LLAMADA A LOS CATOLICOS
No es ya ningún secreto, que se hace la guerra
al Jefe de la Iglesia Católica para destruir, si
posible fuera, a la misma Iglesia y extender el
protestantismo por toda Italia. Así se predica,
sin tapujo alguno, en miles de librajos, folletos
y papeluchos. Incluso en los almanaques, en los
que se sirven a los lectores los más burdos
errores de los católicos, como si fueran verdades
evangélicas. Se esparce a manos llenas el
escarnio, el desprecio, el ludibrio contra el
Romano Pontífice y se añade, a las trasnochadas
calumnias, el descaro de presentarlas como
noticias de última hora, para hacerlo despreciable
y, por ende, abandonado de todos. Todos somos
soldados en esta guerra contra Dios; todos los
verdaderos católicos deben unirse para defender al
Romano Pontífice, es decir, la Religión Católica,
todos tenemos que cerrar filas en unión de
espíritu con las normas siguientes:
1. Tener siempre sumo aprecio y profundo
respeto al Romano Pontífice, aborreciendo los
errores que se siembran sobre su condición de Jefe
de la Iglesia, pues son herejías.
2. Hablar siempre de él con sumo respeto,
reprendiendo, ((**It6.861**)) aun
severamente, a quien habla mal de él en nuestra
presencia, y refutando, según las posibilidades de
cada cual, los errores y calumnias que se divulgan
contra él.
3. Rechazar y mantener alejados los malvados
escritos, que se publican contra el Papa, su
autoridad y jurisdicción, destruyéndolos,
impugnándolos, oponiéndose a ellos y difundiendo
buenos escritos, aun con sacrificio de dinero.
4. No asistir nunca a representaciones
teatrales, donde se ridiculice y desacredite a la
religión, al Papa, a los cardenales, obispos,
sacerdotes y religiosos.
5. Exhortar a otros para unirse a esta
asociación y, cuando fuera posible, emprender la
publicación de alguna revista verdaderamente
católica, ayudar a sus gastos y difusión.
6. Aliviar, mediante la pía obra del óbolo de
San la necesidad en que ahora se encuentra el
Santo Padre por haber sido despojado del
patrimonio temporal, que le asignó la Providencia
de Dios para su independencia.
7. Orar cada día por la Iglesia, por el Romano
Pontífice, rezando un padrenuestro, avemaría y
gloria y las palabras: credo sanctam catholicam
ecclesiam (creo en la santa iglesia católica) para
hacer con ello un acto de fe en la divinidad de la
Iglesia, de la que el Papa es cabeza visible y en
la que hace las veces de Jesucristo.
Italianos, sois eminentemente católicos;
declaraos tales, también en este supremo momento,
y sea vuestra más gloriosa consigna: Católicos con
el Papa.
Mientras don Bosco trabajaba incansablemente,
algunos de sus amantes hijos se habían reunido en
1861 para tomar nota de los hechos y dichos más
dignos de memoria de su queridísimo Superior y
transmitirlos a la posteridad. En años anteriores,
varios jóvenes y clérigos, especialmente Ruffino y
Bonetti, habían escrito memorias prolijas de
cuanto vieron y oyeron, pero ahora se querían
examinar y cribar sus escritos al mismo tiempo que
se deseaba continuar esta obra tan preciosa y
útil. En una reunión preliminar, don Domingo
Ruffino organizó y escribió sus intenciones.
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