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como profesores: de primer curso de latín, el
clérigo Segundo Pettiva; de segundo curso, el
clérigo Juan Turchi; y del tercero, el clérigo
Juan Francesia.
Al principio del año escolar, y varias veces a
lo largo del mismo, solía don Bosco dar una
conferencia a los asistentes y a los maestros de
estudiantes y aprendices, inculcándoles vivamente
el cuidado del alma de sus alumnos. Les decía:
-Nuestros muchachos vienen al Oratorio; sus
padres y bienhechores nos los confían con la
intención de que aprendan letras y ciencias, artes
y oficios; pero Dios nos los envía para que nos
interesemos por su alma y encuentren aquí el
camino de la salvación eterna. Por consiguiente,
todo lo demás hemos de considerarlo como un medio;
nuestro fin supremo es hacerlos buenos, salvarlos
para siempre.
Se conserva una nota escrita de una de estas
conferencias, dada a todos los clérigos del
Oratorio a fines de 1858:
En ocasiones tengo el gusto de hablar a todos
los hijos del Oratorio juntos, otras solamente a
los internos, a menudo a los estudiantes o a los
aprendices solos y a veces a los clérigos en
particular.
((**It6.69**)) Ya
podemos decir que nuestro año escolar ha comenzado
definitivamente, y por eso tengo un gran deseo de
empezar, como hacíamos el año pasado, a
entretenerme un rato con vosotros, al menos una
vez a la semana. El mejor momento que tenemos es
éste, después de las oraciones de la noche.
No pretendo predicaros un sermón; lo que quiero
deciros, lo que deseo de todo corazón, lo que os
recomiendo es que practiquéis lo que tantas veces
recomendaba san Pablo, o mejor lo que Dios mismo
recomendó a Moisés cuando bajaba del monte.
Sed modelos, verdaderos modelos para todos los
hijos del Oratorio. Debéis er como falsillas,
sobre cuyas líneas deben escribir y caminar todos
los demás. Debéis obrar de modo que los otros, al
mirarse en vosotros como en verdaderos espejos,
puedan quedar edificados. Debéis procurar
aprovecharles no sólo con vuestros consejos, sino
con vuestras obras, con vuestro ejemplo. De qué
sirve que recomendéis a los demás que frecuenten
los santos Sacramentos, si observan que vosotros
los recibís con escasa frecuencia? Si ven que os
acercáis devotamente a los sacramentos, si os ven
recogidos y modestos en la iglesia, íah! entonces
sí que podrán sacar de vuestro ejemplo normas de
conducta que alimenten sus almas. Si por desgracia
oyesen a un clérigo sostener conversaciones poco
modestas, o que suelta una palabrita en algo
contraria a la bella virtud de la pureza, íay de
nosotros, ay de nosotros! íQué daño, qué
escandalo!
Dice san Juan Crisólogo que un ministro del
Señor es semejante a una planta. íOh, qué hermoso
ver, dice este santo, una planta en un ameno
jardín, esparciendo sus frondosas ramas cargadas
de óptimos frutos! Todo el que se acerca queda
satisfecho al ver sus ramas cargadas de tan ricos
frutos. Por el contrario, colocad esa planta en un
bonito jardín, alta y esbelta, atrayendo a todos
los que la miran, pero (**Es6.63**))
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