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>>En el Oratorio se siente un gran bienestar.
Don Bosco dijo en medio de un gran corro de
muchachos en tiempo de recreo:
>>-Hay jóvenes en la casa que aventajan en
piedad a Domingo Savio. Uno especialmente, poco
conocido, me supo decir después de la misa los
pensamientos y distracciones que yo tuve durante
la misma>>.
Escriben Ruffino y Bonetti el 12 de enero:
<>-La noche pasada vi a la muerte que te
amenazaba. Cuando estuvo a tu lado la observé en
actitud de descargar un golpe terrible sobre ti
con su tremenda guadaña. Al ver esto, corrí
inmediatamente a detener su brazo; pero ella,
dirigiéndose a mí, me dijo:
>>-Déjame. Este no es digno de vivir. Por qué
se ha de tolerar que siga en el mundo quien no
corresponde a tus cuidados y abusa de tal forma de
las gracias del Señor?
>>Mas yo insistí para que te perdonara y al fin
te dejó>>.
Aquel pobrecito, al oír el relato de este
sueño, quedó tan preocupado y conmovido que, entre
lágrimas y sollozos, hizo su confesión y formuló
numerosos propósitos.
Don Bosco contó aquella misma noche el sueño y
todo lo sucedido a la comunidad, sin decir que
había sido él quien había tenido el sueño ni
indicar la relación del mismo con un alumno del
Oratorio.
Todo habría quedado en secreto si el joven
Bartolomé C., apenas bajó don Bosco de la tribuna
no se hubiese acercado al clérigo Bonetti para
comunicarle, en el seno de la confianza, que había
sido el mismo don Bosco quien había tenido aquel
sueño y que él era el joven a quien el siervo de
Dios había llamado aquella mañana.
El muchacho terminó asegurando, con la mayor
candidez, que, desde que hiciera la primera
comunión, no se había confesado bien, pero que,
afortunadamente, al presente sus cuentas con Dios
estaban completamente arregladas.
((**It6.829**)) La
crónica de Ruffino, con fecha 13 de enero
continúa:
<>Un alumno, habiéndose encontrado con Don
Bosco en el patio, le preguntó:
>>-Dígame, cómo es que, habiéndose confesado
casi todos el día de Navidad, vio usted a tantos
en el sueño en tan deplorable estado?
>>-Me has preguntado una cosa, replicó don
Bosco, que no puedo aclarar; yo lo sé, pero,
aunque no estoy obligado a secreto, en
(**Es6.625**))
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