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mundo han guardado la bella virtud de la pureza.
Este mismo apóstol dejó escrito en su Apocalipsis
que, habiendo entrado en el último cielo, vio una
gran muchedumbre de almas vestidas de blanco con
un cinturón de oro y llevando una palma en la
mano. Estas almas estaban continuamente con el
Cordero Divino y le seguían adonde quiera que
fuese. Cantaban un himno tan bello, tan suave, que
Juan, no pudiendo resistir tanta dulzura de
armonía, vuelto al ángel que le acompañaba, le
dijo:
-Quiénes son éstos que rodean al Cordero y
cantan un himno tan bello que ((**It6.66**)) ningún
otro santo puede cantar?
El ángel respondió:
-Son las almas, que han guardado la bella
virtud de la pureza, virgines enim sunt (pues son
vírgenes).
íOh, almas dichosas que todavía no habéis
perdido la bella virtud de la pureza, redoblad, os
lo suplico, vuestros esfuerzos para conservarla!
Guardad los sentidos, invocad a menudo a Jesús y a
María, visitad a Jesús en el sagrario, comulgad
con frecuencia, obedeced, rezad. Poseéis un tesoro
tan hermoso, tan grande, que los ángeles mismos os
lo envidian. Vosotros sois, como afirma nuestro
mismo redentor Jesucristo, sois semejantes a los
ángeles: erunt sicut angeli Dei in coelo (serán
como ángeles de Dios en el cielo).
Y vosotros, los que desgraciadamente la habéis
perdido, no os desaniméis; las jaculatorias, las
frecuentes y buenas confesiones, el evitar las
ocasiones, las visitas a Jesús os ayudarán a
recobrarla. Luchad con todas vuestras fuerzas, no
temáis, la victoria será vuestra, pues nunca os
faltará la gracia de Dios. Verdad es que ya no
tendréis la gran suerte de pertenecer a aquel
séquito de santos que en el paraíso tienen un
puesto reservado, ya no podréis cantar el himno
que sólo los vírgenes pueden cantar, pero esto no
es un obstáculo para vuestra futura perfecta
felicidad. Queda todavía un lugar para vosotros en
el cielo, tan hermoso, tan majestuoso, que a su
lado son como de barro y desaparecen los tronos de
los más ricos príncipes y más poderosos
emperadores, que fueron y podrán ser en esta
tierra. Estaréis rodeados de tanta gloria que
ninguna lengua humana ni angélica podrá jamás
expresar. Podréis todavía gozar de la querida y
dulce compañía de Jesús y de María, de esta
nuestra buena Madre que allá nos espera ansiosa;
de la compañía de todos los santos, de todos lo
ángeles, que ahora y siempre están prontos a
ayudarnos con tal de que tomemos a pechos guardar
la bella virtud de la pureza.(**Es6.61**))
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