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países que todavía vivían en la idolatría; y un
día, hablando con el clérigo Bonetti, se le
escaparon estas palabras:
-Me gustaría mucho tener sacerdotes para
enviarlos a llevar la luz de la fe a muchos
pueblos salvajes.
Manifestaba este mismo ardiente deseo muy a
menudo desde los comienzos de su Congregación; y
de haber contado con medios, habría comenzado en
seguida las sagradas Misiones.
Volvemos a la Crónica.
<> De cuando en cuando don Bosco
alegraba y distraía a sus alumnos con
representaciones teatrales. Don Carlos ((**It6.796**))
Gilardi, rosminiano, que siempre apreció a nuestro
Oratorio, escribió para él dos hermosas comedias:
El Pastor y Juanito. La segunda se representó
muchísimas veces, por ser merecidamente preferida
por los jóvenes espectadores.
Dos días después, la fiesta de la Inmaculada
Concepción llenó de alegría al Oratorio, y don
Bosco, sintiendo algún tanto recuperadas sus
fuerzas, determinó ir a Saluggia, ante la
redoblada insistencia de su buen arcipreste. Llegó
poco antes de acabar la misión. Don Francisco
Cerruti, que lo acompañó, escribe:
<>Arrebataba a todos, decían, la amabilidad y
dulzura con que confesaba, acercando la cabeza del
penitente a su pecho, con singular ternura.
Nosotros, declaran algunos, hacíamos lo posible
para resolver nuestros asuntos y correr al pueblo
y observar en él aquel aire de paraíso que
enamoraba y la suma afabilidad de maneras, con que
trataba a cualquiera que se le acercase.
>>Baste decir que, sólo en los días que pasó en
Saluggia, casi no hizo otra cosa que confesar
mañana y tarde; iban a él como si una fuerza
irresistible los atrajera, y muchos hacía varios
años que no se confesaban>>.
Durante aquel tiempo hubo dos acontecimientos
extraordinarios que conmovieron a los alumnos del
Oratorio, los cuales no olvidaban las palabras de
don Bosco.
Ya hemos contado más arriba cómo en el mes de
abril anunció
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