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que debemos guardar recatados los ojos y no saciar
nuestra curiosidad, para no ser víctimas del
cuerpo, como lo fue la mujer de Lot, y también del
alma. Los ojos son dos puertas por las que suele
entrar el demonio.
Pero sigamos adelante. Trasladaos con el
pensamiento a Egipto. Allí os encontraréis con un
jovencito que, por no haber querido condescencer a
cometer una mala acción, sufre persecuciones,
calumnias y cárcel. Pero permitirá Dios que
perezca José? íNo! Esperad un poco de tiempo y le
veréis en el trono de Egipto, salvando con sus
consejos de la muerte, no sólo a los Egipcios,
sino también a Siria, Palestina, Mesopotamia y
muchas otras naciones. De dónde le vino tanta
gloria? De Dios, que quiso premiar su amor
heroico a la virtud de la pureza.
Sería cosa de nunca acabar si quisiera contaros
las glorias de las almas puras. De Judit, que
liberó a Betulia de los ejércitos extranjeros; de
Susana, ensalzada hasta el cielo por su
inquebrantable virtud; de Ester, que salvó a su
nación; de los tres niños ilesos en medio de las
llamas de un horno; de Daniel, incólume en la
cueva de los leones. Por qué Dios obró estos
prodigios en su favor? íPor su pureza, por su
pureza! Sí, la virtud de la pureza es tan hermosa,
tan agradable a los ojos de Dios, que en todo
tiempo y en todas circunstancias protegió a los
que la poseían.
Pero vayamos adelante, que esto no basta. Llegó
el tiempo deseado en que debía nacer el Salvador
del mundo. Quién tendrá la alegría de ser su
madre? Vuelve Dios la mirada hacia todas las hijas
de Sión y encuentra una sola digna de tan gran
prerrogativa: la Virgen María. De ella nació
Jesucristo, por obra del Espíritu Santo. Mas por
qué tan grande prodigio y privilegio? Como premio
a la pureza de María, que fue la más pura, la más
casta de todas las criaturas. Por qué motivo
creéis vosotros que a Jesucristo le gustaba tanto
estar ((**It6.65**)) con los
niños, conversar con ellos y acariciarlos, sino
porque no habían perdido todavía la bella virtud
de la pureza? Los Apóstoles querían echarlos
porque tenían los oídos ensordecidos con sus
gritos, pero el Divino Salvador les reprendió y
mandó que los dejaran acercarse a El. Sinite
parvulos venire ad me, talium est enim regnum
coelorum (dejad que los pequeñuelos vengan a mí,
pues de ellos es el reino de los cielos), y
añadió, además, que ellos, los apóstoles, no
entrarían en el reino de los cielos si no se
hacían sencillos, puros y castos como aquel los
niños.
El Divino Salvador resucitó a un niño y a una
niña; por qué? Porque, así lo interpretan los
Santos Padres, no habían perdido la pureza.
Por qué Jesucristo tuvo tanta predilección por
san Juan?
Sube al monte Tabor para transfigurarse y lleva
como testigo a san Juan. Va a pescar con los
apóstoles y prefiere subir a la barca de Juan. En
la última cena deja que Juan recline la cabeza
sobre su pecho, lo quiere por compañero en el
Huerto de Getsemaní, lo quiere como testigo de su
pasión y muerte en el Calvario. Ya clavado en la
cruz, se vuelve a Juan y le dice:
-Hijo, he ahí a tu madre; mujer, he ahí a tu
hijo.
Así le confía Jesús a su Madre, la criatura más
grande de cuantas jamás salieron y saldrán de las
manos de Dios. Por qué tan singular preferencia?
Por qué? Porque san Juan tenía, queridos jóvenes,
un título que le hacía acreedor al afecto especial
de Jesús, su virginal pureza. Este amor de
predilección de Jesús a Juan era tal que despertó
celos en los otros apóstoles, hasta el punto de
inducirlos a creer que Juan no moriría, porque
había dicho Jesús a Pedro:
-Y si yo quisiera que éste viviese hasta que yo
venga, a ti qué te importa?
-Efectivamente, san Juan fue un apóstol que
sobrepasó en muchos años a todos los demás y a él
manifestó Jesucristo la gloria que gozan en el
cielo los que en este(**Es6.60**))
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