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Después de recibir Severino esta carta, estaba
impaciente por ir a ver a don Bosco, pero la
madre, por sus quehaceres, tardaba en llevarlo.
Por fin, la víspera de la fiesta de san Severino,
dijo el jovencito a su madre:
-Como regalo del día de mi santo, llévame a ver
a don Bosco.
La madre le dio ese gusto. Al día siguiente,
fue a Turín, habló largo y tendido con don Bosco y
concluyó instando a su madre para que confiase a
don Bosco su educación. Había dificultades, pero
fueron vencidas con la siguiente carta:
Carísimo en el Señor:
Si como buen militar tienes el valor de
aguantar la pensión ordinaria, te la daré
gratuita, pero dejando a cargo de tu madre los
gastos menudos de los libros y ropa; para lo que
se necesita de equipo, pregunta a los que ya han
estado aquí con nosotros.
((**It6.765**)) Si esto
te va bien, ven pronto y trabajaremos de todo
corazón para el bien de tu alma.
Dios te bendiga, y créeme tuyo
Turín, 9 de octubre 1860
Afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
Aquel joven voló al Oratorio.
A estas invitaciones se unían las inspiraciones
de la Virgen.
Enrique Bonetti, de veinticuatro años, natural
de Caprino, provincia de Bérgamo, después de
vestir la sotana tuvo que dejarla más tarde ante
una gravísima dificultad que se atravesó en su
camino hacia el sacerdocio. Hubo, por tanto, de
buscar el pan con el fruto de su trabajo y llegó a
Turín, donde encontró un empleo. Pero las antiguas
aspiraciones, que seguían vivas en él, la compañía
de gente descreída y viciosa en la casa donde
vivía, la obligación de prestar servicio en su
trabajo en los días festivos, las dificultades que
encontraba para el ejercicio de las prácticas de
piedad, le hacían penosa la vida. Estaba
ocupadísimo durante toda la semana, y cuando tenía
media hora libre iba al Santuario de Nuestra
Señora de la Consolación para suplicar a su
dulcísima Madre que le concediera pronto poder
retirarse de los peligros del mundo.
La Virgen escuchó sus fervientes deseos. Un
domingo por la tarde encontrábase más triste que
de costumbre y para distraerse se encaminó por una
de las alamedas próximas al Oratorio. De pronto
llegó a sus oídos un fuerte, alegre y confuso
griterío juvenil. Paróse
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