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duraban sólo medio día o un día entero, y se
regresaba al anochecer a I Becchi, donde residía
el cuartel general. Montiglio, Passerano,
Primeglio, Marmorito, Piea, Moncucco, Albugnano,
Montafía, Cortazzone, Pino de Asti recibieron con
aplausos, por otoño, a los muchachos guiados por
don Bosco.
Fueron varias veces a visitar el Santuario del
Vezolano, cuya leyenda les contaba el siervo de
Dios. Estas excursiones duraban más o menos días,
según el tiempo de que disponía don Bosco.
La última visita fue a Mondonio, a la tumba de
Domingo Savio de quien algunos de sus compañeros
habían obtenido señaladas gracias invocándolo; y,
antes de abandonar ((**It6.60**))
Castelnuovo, fueron a despedirse del teólogo
Cinzano, que los había invitado a una alegre
comida en su casa. Cuando llegaron al Oratorio por
la noche de aquel día dijo Miguel Magone a don
Bosco:
-Si usted me lo permite, mañana comulgaré por
el señor Arcipreste, que hoy nos ha alegrado
tanto.
Don Bosco no sólo se lo permitió, sino que
exhortó a los demás a hacer otro tanto, como solía
recomendar en ocasiones similares, por los
bienhechores del Oratorio.
Ya de regreso a Valdocco, fue su primera
preocupación la de encontrar ropas para defender
del frío a sus internos y dinero para pagar los
trabajos del nuevo refectorio que, a fines de
diciembre, comenzó a servir también para salón de
teatro. Por estas razones escribió dos cartas.
Una, al marqués de Lamármora, Ministro de la
Guerra.
Ilustrísimo y Benemérito señor Ministro:
Al acercarse el invierno, me doy cuenta de la
gran necesidad de proporcionar vestimenta a mis
pobres muchachos. Este año casi llegan a
doscientos los internos; más numerosos son los que
frecuentan las escuelas externas diurnas y
nocturnas, y muchos más los que acuden sólo los
días festivos para asistir a las funciones
sagradas, para divertirse, o para que se les
busque un patrono que les dé trabajo. Pero estos
muchachos, quién más, quién menos, todos necesitan
algún socorro.
En nombre de ellos acudo a V.E. suplicándole
tenga a bien concederles alguna prenda: mantas,
sábanas, zapatos, calzoncillos, camisas,
chaquetas, pantalones, etc., de cualquier talla o
color; no importa que se encuentren deterioradas o
rotas porque aquí se las repara y se les hace
servir para cubrir y abrigar contra el frío a
pobres muchachos y ponerlos así en condiciones de
poderse colocar a las órdenes de algún amo.
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Confiando también este año en su ayuda, y muy
agradecido a los favores recibidos, (**Es6.57**))
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