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que llenaron varias veces seguidas el comulgatorio
y se observó después en muchísimos una grande y
duradera reforma religiosa y moral.
La gente de los pueblos admiraba a los alumnos
del Oratorio tan despabilados, piadosos y de tan
buenas costumbres, que por la tarde divertían a
todo el pueblo y por la mañana se acercaban a
comulgar.
Don Bosco, entretanto, preocupado continuamente
por sus jóvenes, se mezclaba con ellos en los
recreos, y cuando emprendían la marcha, les iba
dirigiendo a cada paso alguna palabra que les
recordaba a Dios, a la Virgen, o una virtud a
practicar. Su porte era siempre el de un santo.
La gente, que veía sus continuos cuidados
paternos, concebía gran estimación por los
sacerdotes, y eran muchos los padres que se
animaban a confiarle sus propios hijos para que
los educase. Los chicos de aquellos pueblos
estaban entusiasmados y se agolpaban a alrededor
de la comitiva del Oratorio, atraídos por las
buenas y afectuosas maneras de don Bosco, por las
amables y eficaces palabras que sabía dirigirles.
Parecía el buen Jesús cuando exclamaba: Sinite
parvulos venire ad me (Dejad que los pequeños
vengan a mí). Más aún, había quienes seguían la
comitiva durante todo el día participando en la
comida, en las diversiones, en las prácticas
piadosas, y al atardecer ((**It6.753**)) volvían
a sus casas; algunos no sabían separarse de sus
nuevos amigos y, al término de la jornada, se
hospedaban con ellos. Más de uno acompañaba de
etapa en etapa a la alegre tropa durante varios
días, arreglándose como podía por las alquerías,
cuando no encontraba sitio en la casa del huésped.
Algunos prolongaban la marcha con don Bosco hasta
el fin de la excursión y, al llegar a Turín, ya no
querían volver a sus casas.
Escribió el canónigo Jacinto Ballesio: <>. Y
lo aplicaba especialmente a sus alumnos internos.
Estos, uno tras otro, iban a porfía por
acompañarlo en aquellas larguísimas caminatas y
tenían tiempo y oportunidad para abrirle su
corazón; y con la íntima familiaridad con que los
tenía atados, no le ocultaban nada de lo que
habían hecho o pensado, oído o visto. A veces
dedicaba todo el tiempo a dialogar con un solo
muchacho. Su conversación giraba casi siempre en
torno a la vocación o a la manera de llegar a
conocerla. En efecto <(**Es6.568**))
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