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El niño no entendió en aquel momento qué
significaban aquellas palabras y las olvidó; pero
más tarde, cuando entró en el Oratorio, bastó su
primer encuentro con don Bosco para que se
despertara en su mente el recuerdo de las palabras
oídas; y habiendo venido con él un primo suyo, lo
llevó a la habitación de don Bosco y le preguntó:
-Será sacerdote él también?
Don Bosco no respondió, miró al muchacho con
una mirada llena de bondad y después añadió:
-No, tu primo no llegará a ser sacerdote,
aunque vestirá por algún tiempo la sotana. Está
destinado a hacer mucho bien en el mundo.
El primero fue, en efecto, sacerdote y párroco
insigne, y su primo se dedicó a la enseñanza,
después de dejar la sotana clerical, y goza de
merecida fama de hábil maestro cristiano.
((**It6.750**)) Regresó
la comitiva a I Becchi y el día 9, después de
preparar todos su hatillo, comenzaba la excursión
que duró poco más de una semana. Para no repetir
escenas semejantes a las ya contadas,
describiremos en pocos rasgos las de la presente
excursión, remitiendo a nuestros lectores a las
advertencias, que hicimos en el paseo de 1859, y
al relato de los otros más cortos de los años
anteriores, cuando los muchachos volvían cada
noche a su cuartel general de I Becchi.
Hízose, pues, un alto en Passerano, pasando por
Mondonio, en el castillo del conde Radicati, donde
estaba de párroco don Juan Allamano, muy amigos
los dos de don Bosco. Ya en los años anteriores
habían sido invitados por el Conde para ir a verle
en su castillo, donde siempre eran agasajados con
generosa cordialidad.
Otra parada fue la de Primeglio, donde los
hospedaron la marquesa Doando y el marqués, que
pasaba de los noventa años. Habían mandado matar
un ternero, así que hubo carne asada en
abundancia. Se cantó una misa de difuntos,
acompañada por la banda de música, sin órgano y
sin partituras por no haber pensado en ello en
Turín. Celebró el parroco don José Prinotti.
Estuvieron un día entero en Montechiaro con los
dos párrocos, don Santiago Belussi y don José
Aluffi.
También les recibió Montiglio con gran regocijo
del Vicario foráneo, don Vicente Roberto.
En Marmorito los acogió triunfalmente su
párroco, el teólogo Carlos Valfredo, depués de
haber visitado otras aldeas.
Por doquiera que iba don Bosco era esperado
siempre por una extraordinaria muchedumbre. La
banda, las representaciones teatrales,
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