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Salió entonces don Bosco a la antecámara y
dijo:
-Vamos a la capilla; si Cerruti no viene, tú
rezarás las oraciones durante la misa.
Así lo disponía siempre don Bosco, cuando
llevaba consigo alguno de sus muchachos, para
edificación de sus huéspedes y de los demás
fieles.
En aquella ocasión nunca dejaba él de ir a
visitar al canónigo Cottolengo, hermano del
venerable fundador de la Pequeña Casa de la Divina
Providencia, en cuya casa se reunían muchos amigos
para entretenerse con él. Iba también a saludar al
antiguo profesor de Retórica, que llevaba su mismo
nombre y apellido. Era doctor, agregado al
Claustro de Filosofía y Letras en la real Academia
militar. Ya dejamos dicho que había trabado una
íntima e inmutable amistad con su discípulo, desde
que conoció en la escuela sus raras prendas.
Otra de sus visitas predilectas era la que don
Bosco hacía con sus muchachos a la tumba de Luis
Comollo en la iglesia de San Felipe.
Aquel día continuó don Bosco con sus cuatro
alumnos el viaje a pie; y, pasando por Riva di
Chieri, llegó a Buttigliera. ((**It6.749**)) Allí
habían salido a su encuentro los muchachos que
había enviado a I Becchi. Después de descansar y
tomar un bocado en casa del párroco, prosiguieron
el camino. Durante el mismo hubo un alumno que
atravesó un gusano con la punta de su bastón. Don
Bosco, que lo vio, le dijo:
-Por qué matar así a ese pobre animal? La vida
es el mayor don que ellos han recibido de Dios; en
ellos todo acaba con la muerte.
Avanzada la tarde, llegaron a I Becchi los
músicos, los cantores, los que habían merecido
aquel premio especial de la excursión y otros que
necesitaban de aquel aliciente para perseverar en
sus buenos propósitos.
El 7 de octubre, que era domingo, se celebró la
fiesta del santo Rosario con las acostumbradas
funciones solemnes religiosas y con las
diversiones de siempre.
El día 8 fue toda la comitiva a comer en casa
del párroco de Castelnuovo. Allí se encontró don
Bosco con Bernardo Arato, un rapazuelo del pueblo,
de casi diez años. Le miró sonriendo, le acarició
y después marcó delicadamente en su frente una
cruz con el pulgar, diciendo:
-Sigue siendo bueno; un día serás sacerdote y
harás mucho bien.
(**Es6.565**))
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