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en Nápoles y un mes después en Palermo. El 13 de
febrero de 1861, después de tres meses y medio de
heroica resistencia, se rendía Gaeta a los
piamonteses y el rey Francisco II se refugiaba en
Roma con la reina Sofía, como huésped de Pío IX en
el Quirinal. El 26 de febrero Víctor Manuel II
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proclamado en el Parlamento Rey de Italia, estando
presentes todos los diputados de las provincias
italianas, menos los de Roma y Venecia. El 13 de
marzo de 1861, después de cuatro días de
bombardeo, apareció la bandera blanca en la ciudad
de Mesina y lo mismo sucedió en Civitella del
Tronto en los Abruzos el 20 de marzo. Así se
cumplía la conquista de las dos Sicilias y quedaba
derrotado y deshecho el ejército borbónico. El
principio de la No intervención, proclamado por
Francia e Inglaterra, aseguraba al Piamonte contra
cualquier enemigo del exterior.
Resuelta la crisis monárquica, había que
conservar y organizar la conquista; pero esto no
se alcanzó sino después de increíbles violencias.
En las provincias continentales había continuas
revueltas. Los soldados borbónicos, partidarios de
sus anteriores soberanos organizaron bandas contra
los invasores, los cuales tenían que repeler sus
continuas acometidas y correr a desalojarlos de
las montañas y selvas. Fueron feroces sobre toda
ponderación y a menudo injustas sus venganzas.
Baste decir el resultado; es totalmente cierto
que, desde comienzo de las sublevaciones hasta
agosto de 1861, se fusilaron en aquellas
provincias hasta ocho mil novecientas sesenta y
ocho personas, cayeron heridas diez mil
seiscientas cuatro, se quemaron novecientas
dieciocho casas, siendo incendiados más de ocho
poblados, y casi veinte mil personas fueron
encarceladas. Estas matanzas duraron sin tregua
dos años y cayeron muertos también muchos soldados
piamonteses. A mediados del 1862 cesó la
insurrección dinástica. Pero las bandas de
salteadores, aunque ya no tenían carácter ni
finalidad política, seguían, sin embargo,
combatiendo ferozmente por desesperación. Los
sospechosos y los denunciados por los espías como
cómplices, como estaban seguros de ser fusilados
sin proceso alguno, corrían a engrosar sus bandas.
Aquella gente carecía de todo; de ahí los
chantajes, las emboscadas, las rapiñas, los
asaltos a las poblaciones y las represalias.
Más de ciento veinte mil soldados piamonteses,
cuyo número iba ((**It6.746**)) en
continuo aumento, custodiaban lo conquistado.
Algunos regimientos franceses tenían un cuartel en
Roma y en el Patrimonio de San Pedro, porque
Napoleón temía que, si los retiraba, sería llamada
Austria para sustituirlos.
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