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((**Es6.559**) Según habíamos convenido, todos los clérigos que ((**It6.741**)) disfrutaban de plaza gratuita en el Seminario, o reciben de él un subsidio mensual, tendrán que ponerse de acuerdo con este señor Ecónomo, que pagará la pensión entera de treinta y siete liras mensuales por cada uno a S. S. Y tan pronto como el mencionado señor Ecónomo esté de vuelta de una fiesta, que se celebra en su pueblo, le diré que remita a ésa una cantidad a cuenta. Le recomiendo encarecidamente a esos clérigos; hágamelos buenos y piadosos, pues esta diócesis tiene extrema necesidad de ellos. Dios le bendiga y recompense con su gracia el gran bien que hace a la Iglesia. Consérveme su benevolencia y ruegue por mí. Todo suyo. Curia Capitular. Asti, 19 noviembre 1860 Su seguro servidor y amigo A. V. Can. SOSSI, Vic. Gen. Cap. Los seminaristas de Asti correspondieron a los solícitos cuidados de don Bosco, aunque en los dos primeros meses pareció que algún mal entendido amenazaba su tranquilidad. Era de prever. El encontrarse juntos muchos de una misma región, que casi constituían como un ente moral distinto, en una casa extraña, y recién llegados entre los demás, que eran más numerosos y disfrutaban de prioridad de antigüedad, causaba cierto malhumor, como si se los considerase inferiores y menos estimados. Unos a otros se comunicaban su propia melancolía y daban pie a las habladurías. Fue su tabla de salvación el gran aprecio que tenían de la equidad de don Bosco, el cual, conocedor del corazón humano, sabía compadecerlos y consolarlos. El 27 de enero de 1861 se presentaron a él, quejándose de que no eran tratados con justicia en las calificaciones de conducta y aplicación. Don Bosco los calmó con pocas palabras: -Cumplid vuestro deber, les dijo; y no os preocupéis por la puntuación que os den, cualquiera que ella sea; yo os conozco a todos, no sólo por fuera, sino también por dentro. La razón ((**It6.742**)) era concluyente, pues aquellos clérigos tenían pruebas indudables, en aquellos mismos días de lo que él afirmaba, como dentro de poco veremos. Habían aprendido a querer a don Bosco, que les prodigaba toda suerte de cuidados, aun a costa de grandes sacrificios, y en ningún tiempo dejaron de manifestarle su afecto. Estaba determinado que pasaran en el Oratorio el curso escolar 1860-61 para retornar después a su seminario, si éste era devuelto a la Curia. Pero no todos aquellos seminaristas dieron el mismo resultado. Tres de ellos cayeron enfermos y se vieron obligados a interrumpir los estudios; otros dos, por no poseer las virtudes necesarias para el estado eclesiástico, (**Es6.559**))
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