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el resultado superaba sus esperanzas y las de los
demás, exclamó:
-íNo sólo un retrato, sino una estatua se
merece don Bosco!
También el canónigo Vogliotti fue a visitar el
Seminario, ya avanzado el curso escolar, y quedó
muy satisfecho y admirado de la reforma; al ver en
el patio los columpios, las paralelas y otros
aparatos gimnásticos, dijo:
-íYa se conoce que don Bosco ha entrado aquí!
Pero don Bosco, deseando que nadie turbara el
orden que había entrado con él, dio esta consigna
a don Juan Grassino y al clérigo Vaschetti:
-No cedáis ni un ápice de vuestra autoridad,
que debe ser total y absoluta, porque de lo
contrario no haréis nada.
Y recomendaba al clérigo que atendiese y
aconsejase al Rector, cuando se inclinase de algún
modo a doblegarse ante las insistencias de ciertos
personajes influyentes del pueblo. Al mismo tiempo
le daba prisa para que insistiera ante la Curia
que mantuviera su promesa de redactar y publicar
el decreto por el que se confería al Rector
interno una autoridad independiente de cualquier
otra extraña ingerencia.
Vaschetti obedeció; don Bosco formalizó en
Turín los requisitos que le correspondían; pero la
Curia tardó seis meses en publicar el decreto.
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