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Después de los clérigos, no tardaron en llegar
los alumnos a primeros de octubre.
El clérigo Vaschetti condujo desde Turín el
primer grupo, compuesto por veintidós alumnos,
algunos de los cuales eran de los mejores,
elegidos entre los que llevaban algunos años de
formación en el Oratorio, para que siguieran sus
estudios en aquel Colegio. Cada semana emprendían
viaje hacia Giaveno, ora José Rossi, ora Buzzetti,
ora el clérigo Anfossi acompañando a quince,
veinte, o treinta alumnos nuevos cada vez. A
mediados de noviembre, el número de los alumnos
había subido a ciento diez. Desde aquel momento,
al divulgarse la noticia de que don Bosco asumía
la dirección de aquel Seminario, ((**It6.732**))
comenzaron a llover peticiones de todas partes.
Antes de que acabase el año escolar fueron ciento
cincuenta los matriculados.
Al acercarse el comienzo del curso 1860-61, de
acuerdo con don Bosco, se llamó a tres profesores
de los antiguos. Cinco estudiantes presentaron
instancia a la Curia para que se les concediera
cursar Retórica en Giaveno, haciendo una excepción
al programa; el Vicario General, Fissore, encargó
al clérigo Vaschetti que diera aquella clase; y
aquellos jóvenes llegaron a ser excelentes
sacerdotes.
Se abrió el curso el día señalado, 4 de
noviembre. Reinaba una perfecta disciplina,
moralidad, aplicación y religiosidad. El señor
Bargetto, empleado en la Residencia Sacerdotal,
oyó más de una vez a don Juan Grassino decir:
-De no haber sido por don Bosco, jamás se
hubiera podido volver a levantar el Colegio de
Giaveno.
Esta fue la primera experiencia, hecha por don
Bosco, de su sistema de educación fuera de Turín.
El clérigo Cagliero, enviado por él a fines de
noviembre para visitar oficialmente el Seminario
Menor, después de examinarlo todo, dio un informe
muy halagüeño.
El Vicario General, el Provicario, los
canónigos de la catedral de Turín, el clero de la
parroquia de Giaveno, todo el pueblo estaban
maravillados. Les faltaban palabras para poner por
las nubes a don Bosco.
Uno de los que disfrutaron de aquel éxito fue
el Arcipreste Arduino, que tanto había deplorado
en años anteriores la decadencia de aquel Colegio:
Pues bien, no obstante el aprecio en que tenía a
don Bosco, creía tan difícil una restauración
completa, que afirmaba insistentemente que, si
lograba elevar a cincuenta el número de alumnos,
mandaría colocar su retrato con los de los más
insignes bienhechores del Seminario del pueblo.
Cuando vio ((**It6.733**)) que
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