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las peticiones. Y cuando llegaban a Valdocco los
padres con sus hijos, aconsejaba a muchos que
tuvieran a bien colocarlos en Giaveno. En
principio se negaban rotundamente. Pero don Bosco
les aseguraba que el ambiente del Seminario Menor
sería en adelante el mismo del Oratorio, la comida
todavía mejor y el aire bonísimo. Al enterarse los
padres de que aquel colegio iba a ser dirigido por
don Bosco, prestaban su consentimiento y se daban
por satisfechos, pues era ilimitada la confianza
que les inspiraba su nombre. Estas propuestas las
hacía a los más acomodados, de forma que todos
pagaban la pensión completa con no ligero
detrimento para las finanzas del Oratorio, que
reservaba para sí a los más pobres.
Algún tiempo antes fue don Bosco a Giaveno.
Como el Alcalde estuviera persuadido de que, por
falta de alumnos, sería cerrado el Colegio sin
esperanza alguna de poder volver a abrirlo, fue al
Seminario para hablar con el teólogo Pogolotto,
ignorando las últimas decisiones de la Curia.
Llevaba consigo una carta del Ministerio, en la
que se reconocía el derecho del Ayuntamiento a la
posesión de aquel edificio escolar. Al encontrarse
con don Bosco, le preguntó:
-Dónde está el Rector? Tengo que comunicarle un
asunto muy importante.
-Puede usted hablar; el Rector soy yo.
-Usted, don Bosco? Pero no se cerró el Colegio
definitivamente?
((**It6.731**)) -El
Colegio no se cerró y seguirá funcionando para el
fin que se fundó.
-Pero no está sin alumnado desde hace mucho?
-Sin alumnado? El Colegio está lleno de
muchachos. Ya hay muchos matriculados que llegarán
esta misma semana. Vuelva dentro de unos días y
los verá aparecer por todas partes.
Enmudeció el Alcalde, observó los preparativos
que se hacían para comenzar las clases y se
retiró. No se esperaba semejante sorpresa.
En efecto, además del clérigo Vaschetti,
Prefecto de disciplina y de la administración,
llegaron los clérigos Juan Boggero y Felipe
Turletti, destinados como asistentes y elegidos
para trasplantar a aquella comunidad el espíritu
del Oratorio. Don José Rocchietti ocuparía el
cargo de director espiritual y se trasladaría de
vez en cuando desde Turín. Resultaba, pues, que
don Bosco se sacrificaba para el bien de la
diócesis y se privaba de un personal óptimo, que
le hubiera sido de gran ayuda en su Oratorio, que
iba siempre en aumento.
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