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-Se quedará a comer con nosotros?
-Si la señora Dominga tiene la bondad de darme
un poco de sopa...
-Figúrese: con mucho gusto. Si se marchara
antes de la comida, nos ofendería.
En tanto volvió el párroco; y apenas puso los
pies en el umbral, anuncióle el ama la llegada de
don Bosco y volvió corriendo a la cocina. El buen
sacerdote rindió a su amigo los más cordiales
agasajos, pero estaba preocupado pensando en
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el mezquino yantar que habría preparado Dominga: y
confirmóse en su opinión cuando al toque del
mediodía, todavía no estaba preparada la comida.
Mas he aquí que llega la criada, rebosante de
alegría, y anuncia que la sopa estaba en la mesa.
Quedó atónito el párroco al ver unos entremeses
variados y abundantes, y después platos y más
platos...
-íBravo! íViva la señora Dominga que sabe
preparar un banquete tan bueno!, repetía de cuando
en cuando don Bosco.
-íSi yo hubiera sabido que usted iba a venir...
pero así tan de repente... no he tenido tiempo
para preparar nada!..., exclamaba Dominga.
Y recordaba al párroco, uno tras otro, los
vinos de mejor calidad que guardaba en la bodega.
-Pero, cómo has podido domesticar así a esta
buena mujer?, decía por lo bajo el párroco a don
Bosco, cuando Dominga volvió a la cocina; enséñame
el secreto.
-Después te lo diré: ahora come y alégrate.
-Sí, sí; estoy satisfechísimo de tu venida; más
aún, te ruego que vengas a visitarme una vez a la
semana.
-Por qué?
-Porque así podré interrumpir de vez en cuando
mi eterna cuaresma.
Las alabanzas y singularmente el título de
señora Dominga habían producido el milagro.
De este modo lograba don Bosco su plan, que era
preparar el ánimo de la buena ama en favor de sus
alumnos para cuando fueran de paseo a aquella
aldea. Y hasta le dio una buena propina por su
trabajo.
Al atardecer volvía don Bosco a juntarse con
sus muchachos, que habían tenido ocasión de
admirar un hermoso acto de ((**It6.58**)) virtud
del querido Magone. Habían ido a divertirse por la
floresta próxima a la casa. Unos buscaban setas,
otros nueces o castañas, algunos amontonaban
hojarasca o leña, lo que era para ellos un
agradable entretenimiento. (**Es6.55**))
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