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((**Es6.549**) ni una cuchara. La capilla era tan pequeña y pobre que resultaba poco adaptada para el culto divino. No quedaba más que un solo alumno, Peracchione, de Collegno, huérfano, pero muy rico, a quien el tutor no había llevado a su casa. Al ver tanta desolación, Vaschetti volvió a Turín al día siguiente, habló con el canónigo Fissore, Vicario General, el cual, enterado del estado de la situación, le entregó cuatrocientas liras para las provisiones más necesarias. Y el canónigo Vogliotti le llevó trescientas para los primeros gastos. Faltaba todo y de todo hubo que abastecerse. Comenzó don Bosco por enviar a Giaveno los enseres necesarios para la cocina y sillas; mandó surtir el almacén de papelería y librería, la despensa, la cantina, la leñera. Se encargó de todo ello el caballero Federico Oreglia di San Stéfano. ((**It6.728**)) Este señor era conocido en toda la ciudad por su talento, y desenvoltura, su nobleza de espíritu y su temple sin miedo a nada. Se había encontrado con don Bosco en los ejercicios espirituales de San Ignacio, y había quedado tan prendado de sus razonamientos que resolvió consagrarse a Dios con una vida cristianamente perfecta. Después de los ejercicios pasó cerca de un mes como huésped de los padres Rosminianos en Stresa, pero como sus ideas discreparan de las opiniones de alguno de ellos, determinó retirarse al Oratorio de San Francisco de Sales para estudiar allí su vocación y prestar, al mismo tiempo, los servicios que le fuera posible. En efecto, se sujetaba de buen grado a todos los sacrificios con entera abnegación, y pronto se convirtió en ejemplo de humildad y paciencia para toda la casa. Su decisión de vivir en la sociedad de Valdocco obtuvo el aplauso de muchos, aun por cartas, de entre las cuales seleccionamos dos. Ilustrísimo Señor: A mi regreso de Stresa me fue entregada la apreciadísima de S. S. Ilma. y Carísima del 14 de septiembre. Me consoló mucho la determinación, que tomó S.S. de quedarse con el insigne don Bosco, pues no podría encontrarse en mejores manos. Demos gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a María Santísima. Ahí tiene todos los medios para hacerse santo y un gran santo. En mi poquedad no dejaré de recordarle en mis oraciones, particularmente en el santo sacrificio de la misa; espero tenga usted la caridad de ayudarme con las suyas. Le agradezco la cordialidad que me manifiesta. Será siempre un honor y un favor para la casa de San Miguel cada visita con que usted nos regale. (**Es6.549**))
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