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Garibaldi, el 19 de agosto, después de conquistar
Sicilia, cruzó el estrecho de Mesina con
diecisiete mil voluntarios y entró en las
provincias napolitanas, convertidas en un
hervidero revolucionario por obra de las sectas.
En Reggio Calabria el general borbónico Vial
combatía al frente de treinta mil soldados sólo
para salvar las apariencias y dejaba la victoria
al enemigo. Sin disparar un tiro, Garibaldi era
aclamado por todas las ciudades y pueblos donde
pasaba. El 6 de septiembre el rey de Nápoles,
traicionado, se refugiaba en Gaeta, y Garibaldi
era recibido triunfalmente el día 7 en la capital.
Desde allí amenazó al Estado Romano, que fue
invadido por bandas de voluntarios y desterrados.
La primera horda entró el 8 de septiembre.
El general LamoriciŠre con trece mil soldados
pontificios, en su mayor parte voluntarios, y
muchos de ellos de la más alta nobleza de Francia
y Bélgica, hubiera podido oponerles una victoriosa
resistencia, pero el Gobierno Piamontés aprovechó
la segunda coyuntura. El 27 de agosto Napoleón,
que había ((**It6.716**))
declarado oficialmente que quería fueran
respetados los derechos del Papa sobre los
dominios que le quedaban, dio al ministro Farini,
que se había trasladado para ello a Chambery, el
permiso, pedido de antemano, para ocupar las
Marcas y Umbría, con las famosas palabras:
-Daos prisa, pero no toquéis a Roma.
Al mismo tiempo prometió al Papa su ayuda,
declarándose pronto a oponerse con la fuerza a una
invasión piamontesa.
Confiando en esta desleal promesa, LamoriciŠre
y sus soldados se aprestaron a luchar
valerosamente; mas he aquí que el 11 de septiembre
Fanti y Cialdini entraban con treinta y tres mil
hombres desde Toscana en la plaza fuerte de
Cattolica. Precedidos por veinte mil voluntarios y
seguidos de otros treinta mil soldados regulares,
se apoderaron de Pésaro y varias ciudades más. El
18 de septiembre fueron derrotados los soldados
pontificios en Castelfidardo y el día 27, después
de ocho días de bombardeo por mar y por tierra, se
rendía Ancona, después de una valerosa
resistencia. Napoleón se había declarado en favor
de la no intervención, y las Marcas y Umbría
fueron anexionadas al Piamonte. En estas dos
provincias, en virtud de los decretos de los
Comisarios reales Lorenzo Valerio y Joaquín
Pépoli, comenzó la incautación de los monasterios.
En aquellos días don Bosco tuvo que proceder
con gran prudencia. Fueron muchos a preguntarle,
unos sinceramente, otros insidiosamente, si los
soldados piamonteses podían en conciencia atacar y
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