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De camino se detuvieron en Buttigliera, donde
la condesa de Miglino tenía preparada la merienda
para los muchachos, y al anochecer llegaban, entre
aclamaciones y gritos de alegría, a I Becchi,
donde don Miguel Angel Chiatellino predicaba la
novena del Rosario.
Uno de aquellos días fue don Bosco a una aldea
cercana para hablar con el párroco, amigo suyo, de
algo que le interesaba.
Tenía éste una ama vieja, tan avara en el
cuidado de los intereses de su dueño que, no sólo
le había alejado los amigos con su mala cara y
sirviéndoles en las comidas platos escasos y mal
preparados, sino que hasta escatimaba la comida a
su propio dueño, al extremo de privarle de lo
necesario. Como el cura sabía que era muy fiel,
discreta en hablar y verdaderamente buena
cristiana, la toleraba y dejaba hacer. Muchas
veces habíale hecho observar los inconvenientes de
su proceder, pero eran palabras que se llevaba el
viento.
Sabiendo, pues, don Bosco con quién tenía que
vérselas, llamó a la puerta de la casa parroquial.
Asomóse el ama y preguntó bruscamente:
-A quién busca?
((**It6.56**)) -Está en
casa el párroco?
-Ha salido.
-Tardará mucho en volver?
-No lo sé. Puede que tarde una hora.
-Si me lo permite, le esperaré. Mientras tanto
tengo el gusto de poder saludar a usted. He oído
muchas veces hablar muy bien de usted...
-De mí?, replicó la criada calmándose.
-íSí, sí! No es usted la señora Dominga?
-Yo soy, cómo sabe mi nombre? Quién se lo dijo?
-Quién me lo dijo?, he oído alabarla muchas
veces. Y sé que la señora Dominga es una excelente
cocinera, una buena señora, muy hábil y de buen
corazón.
-Y usted quién es?
-Soy don Bosco.
-Don Bosco? Don Bosco el de I Becchi?
-El mismo.
-íDon Bosco! íDon Bosco! Pase, pase...
-No quisiera molestar a usted...
-No, ninguna molestia, con mucho gusto... íTome
asiento, don Bosco!
Y lo introdujo, mientras don Bosco seguía
deshaciéndose en cumplidos.(**Es6.54**))
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