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Aquello representaba a los que están en pecado
mortal.
Dicen los Proverbios en el Capítulo 1:
<>.1
Mas a medida que las mesas subían, los jóvenes
se mostraban más alegres y comían un pan de mejor
calidad. Eran los comensales hermosísimos; dotados
de una belleza cada vez más esplendorosa. Las
riquísimas mesas a las cuales se sentaban, estaban
cubiertas de manteles raramente trabajados, sobre
los cuales brillaban candeleros, ánforas, tazas,
floreros de un valor indescriptible, platos con
viandas exquisitas, objetos de un precio
inestimable. El número de estos jóvenes era
crecidísimo.
Finalmente, las últimas mesas colocadas en lo
más alto, tenían un pan que no sabría describir.
Parecía amarillo... rojo... y el mismo color del
pan era el de los vestidos y el de la cara de los
jóvenes que resplandecía circundada de una luz
suavísima. Estos gozaban de una alegría
extraordinaria y cada uno procuraba hacer
partícipe de su gozo al compañero. Por su belleza,
luminosidad y esplendor superaban en mucho a
cuantos ocupaban puestos inferiores.
Esto representaba el estado de inocencia.
De los inocentes y de los convertidos afirma el
Espíritu Santo en el Capítulo I de los Proverbios:
<>.
Pero lo más sorprendente es que reconocía a
todos aquellos jóvenes, desde el primero hasta el
último, de forma que al ver a cada uno de ellos me
parece contemplarlo allá sentado en su sitio en la
mesa que le correspondía. Mientras no podía
ocultar mi maravilla ante tal espectáculo,
imposible de comprender, vi a un hombre allá a lo
lejos.
Corrí a hacerle algunas preguntas, pero tropecé
con algo y me desperté, encontrándome en el lecho.
Vosotros me habéis pedido que os contase un
sueño y yo os he complacido, pero al mismo tiempo
os recomiendo que no le hagáis más caso que el que
los sueños se merecen.
Al día siguiente, don Bosco indicó a cada uno
el lugar que ocupaba en las mesas. Para manifestar
el orden que cada cual tenía, comenzaba por la
mesa ((**It6.710**)) más
alta bajando hasta la inferior.
Se le preguntó si uno podía subir de una mesa
inferior a otra superior. Respondió que sí, menos
a aquella que estaba por encima de todas, pues los
que descendían de ella no podían volver a ocupar
más aquel lugar de privilegio. Era el puesto
reservado a los que conservaban la inocencia
bautismal. El número de los tales era tan exiguo
como grande el de los segundos y terceros.
1 Dice así, a la letra, el texto sagrado, según
LA BIBLIA DE JERUSALEN que seguimos para todas las
citas de la Sagrada Escritura: <>. (N. del T.)
(**Es6.535**))
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