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sobresalió una poesía del clérigo Francesia, digna
de Petrarca. Oyóse repetir durante el acto
académico una singular afirmación. El clérigo
Francisco Vaschetti entre los elogios leyó las
siguientes frases:
<>.
Un poeta termina así su oda:
<>.
Todo el día fue un continuo gritar: íViva don
Miguel Rúa!; y él se esforzaba por dirigir
aquellas ovaciones a don Bosco. Fue una estampa
viva del triunfo de la caridad. En las palabras de
clausura del acto académico, don Miguel Rúa llamó
hermanos a los muchachos, les dio las gracias, les
pidió oraciones y perdón por si alguna vez había
tenido que reprender a alguno para su bien, les
prometió un afecto inagotable y eficaz, les
suplicó que lo avisaran con ((**It6.707**)) plena
confianza cada vez que les pareciera que faltaba a
esta promesa y terminó ensalzando a don Bosco,
padre querido por él y por todos.
Desde entonces quedó en manos de don Miguel Rúa
una gran parte del gobierno de los Oratorios, que
él ejerció con su invencible firmeza de carácter.
En él se juntaban una profunda humildad y las más
eminentes cualidades. Su espíritu era el más recto
y práctico posible. Y don Bosco, que conocía su
capacidad para salir de apuros, no tardó en darle
amplia facultad de iniciativa en las obras, si
bien nunca se apartaba de la más rigurosa
obediencia. Por aquel cúmulo de espléndidas
virtudes afirmó don Bosco varias veces de él: -Don
Miguel podría hacer milagros si quisiera.
Aquel mismo día quiso don Bosco testimoniar
solemnemente su agradecimiento a una familia de
insignes bienhechores, que habían tomado parte en
la alegría del Oratorio con motivo de la fiesta en
honor de don Miguel Rúa. Les confirió el patronato
de un altar de su iglesia. He aquí el documento.
Declaración de Patronato en favor del señor
Marqués Domingo Fassati y de la señora Marquesa
María De Maistre.
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