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que don Bosco es un conspirador, un enemigo de la
patria, un mentiroso?
-De ningún modo, jamás. Al contrario, siempre
he reconocido en usted el modelo del hombre de
bien; por eso quiero que, a partir de este
momento, se dé por concluido todo litigio y se le
deje a usted en paz.
-Sí, repitió Farini: acábese todo y vuelva don
Bosco a su casa, a ocuparse tranquilamente de sus
muchachos y haciéndolo así, no sólo no será
molestado, sino que gozará del agradecimiento y
protección del Gobierno y del Rey. Pero prudencia,
señor abate, prudencia, porque los tiempos son
difíciles y un mosquito puede parecer un camello.
-Puedo, entonces estar seguro de que ya no seré
molestado por parte del Gobierno?, preguntó don
Bosco. Puedo creer que el Gobierno está
desengañado tocante a mi actuación, ((**It6.683**))
persuadido de que en mi casa no hubo ni hay nada
que pueda interesar a la fiscalía?
-Sí, le aseguramos, contestó Farini, que nadie
le causará la menor molestia, y estamos todos
convencidos de su honradez personal y de la
condición benéfica de su institución; pero le
advierto que se guarde de algunos que se hacen
pasar por amigos, cuando en realidad son unos
traidores.
-Y ahora le ruego, señor Ministro, que si tiene
algún consejo, aviso o prevención que darme para
el Oratorio lo haga, como padre que desea el bien
de sus hijos; pero no con amenazas, porque esto
perjudicaría irreparablemente una obra, que costó
solicitudes al Gobierno y a los particulares. En
efecto, en mis necesidades excepcionales siempre
acudí a los Ministros y siempre obtuve su ayuda
económica.
-Estamos de acuerdo... pero manténgase lejos de
la política.
-Yo no puedo mantenerme lejos de la política,
porque nunca estuve en ella. No pertenezco a
ningún partido.
Se levantaron, se estrecharon los dos las manos
y concluyó Cavour:
-Así, pues, estamos de acuerdo, seremos siempre
amigos, también en lo porvenir; y usted... rece
por nosotros.
-Sí, pediré a Dios que los ayude en la vida y
en la muerte, terminó diciendo don Bosco.
Y volvió a Valdocco, lleno su corazón de
gratitud al Señor por haberle asistido en aquel
riesgo que hubiera podido resultar fatal para él y
sobre todo para los muchachos que vivían a la
sombra de su caridad.
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