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((**Es6.510**) que el asunto iba a tener feliz desenlace, no porque Cavour fuera mejor que Farini en política, pues no quedaba el uno a la zaga del otro, sino porque había tenido buenas relaciones con don Bosco y conocía la naturaleza y el fin del Oratorio. Por esto contestó con entereza: -Señor Conde, quieren destruir la casa de Valdocco, que usted visitó, alabó y socorrió tantas veces; quieren echar de nuevo a la calle y a los peligros de la mala vida a los pobres muchachos recogidos por calles y plazas, a los que allí se encamina a una vida laboriosa y honrada y que fueron ya objeto de sus complacencias; se trata a aquel sacerdote, que Su Excelencia levantó hasta las nubes tan a menudo con sus inmerecidos elogios, como a un reaccionario, más aún, como a un jefe de rebeldes. Y lo que más que ninguna otra cosa me apena es que, sin presentarme la menor razón, fui registrado, molestado, deshonrado públicamente con grave daño para mi institución, sostenida hasta ahora por la caridad, gracias a la buena fama de que goza. Es más, los agentes del Gobierno se burlaron en mi casa y ((**It6.679**)) en presencia de los muchachos, que quedaron escandalizados, de la moral, la religión y los sacramentos. Callo otras cosas gravísimas, que me parece imposible hayan sido ordenadas con el asentimiento de Su Excelencia. No sé qué será de mí; pero estos hechos no pueden quedar ocultos mucho tiempo a los hombres y más tarde o más temprano serán castigados por Dios. -Quede tranquilo, replicó Cavour, quede tranquilo, querido don Bosco, y convénzase de que ninguno de nosotros le quiere mal. Además, nosotros dos somos amigos de siempre, y quiero que sigamos siéndolo en lo porvenir. Pero usted, querido don Bosco, ha sido engañado y algunos, abusando de su buen corazón, le han llevado a seguir una política que conduce a tristes consecuencias. -íQué política ni qué consecuencias! El sacerdote católico no tiene más política que la del santo evangelio y no teme consecuencias de ninguna clase. Entre tanto los Ministros me suponen culpable y me tildan de tal a los cuatro vientos, sin presentar una prueba de las acusaciones que se propalan contra mí y mi Instituto. -Puesto que quiere obligarme a hablar, replicó Cavour, hablaré y afirmo claramente que de algún tiempo acá el espíritu que domina en usted y en su institución es incompatible con la política que sigue el Gobierno; por lo cual razono así: usted está con el Papa, pero el Gobierno está contra el Papa; por consiguiente usted está contra el Gobierno y no hay escapatoria posible. -Sin embargo, yo escaparé de su silogismo, señor Conde. Observo (**Es6.510**))
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