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sobre esos pobres muchachos socorridos por mis
manos. Yo no esperaba que se recompensarían de
este modo mis solícitas condescendencias... Pero,
basta; Dios justo y todopoderoso vengará a su
tiempo al inocente oprimido.
Los secretarios se miraban unos a otros; unos
sonreían, otros se quedaban pensativos.
Entretanto, Farini repetía:
-Usted está loco, señor abate, usted está loco.
Si yo le mando encarcelar, cómo va a poder
escribir y enviar todo eso a la imprenta?
-Aun encarcelado, creo que Su Excelencia me
dejaría para mi consuelo por lo menos una pluma,
tinta y papel; mas si hasta de esto estuviese
privado, incluso, de la vida, surgirían bien
seguro otros escritores para hacer mis veces en su
momento.
((**It6.676**)) -Y
usted se atrevería a transmitir a la historia
hechos que pudiesen infamar a un Ministro y a un
Gobierno?
-Quien no quiera ser infamado no tiene más que
obrar honradamente. Por otra parte, creo que
escribir y publicar la verdad es un derecho y un
deber de todo buen ciudadano y, además, un
servicio que se presta a la sociedad civil; y este
cometido, lejos de ser reprobable, es muy
recomendable; más aún, es una gloria. Por mi parte
me alegro al pensar que también estas
consideraciones movieron a Su Excelencia a
escribir algunas de sus obras, sobre todo El
Estado Romano.
Farini calló; por un instante pareció que
estuviera sumido en una seria reflexión, y
después, volviendo al tono anterior y dejando de
amenazar, tornó al fondo de la cuestión y
preguntó:
-Pero usted, señor abate, podría afirmar en
conciencia que en su casa no se sostienen
reuniones reaccionarias y que usted no mantiene
correspondencia epistolar con los jesuitas, con el
arzobispo Fransoni y con la Corte Romana con fines
políticos?
-Excelencia, si ama la verdad y la sinceridad,
permita que le diga que me siento indignado, no
contra usted, a quien respeto como autoridad, sino
contra esas personas, que le denunciaron
semejantes mentiras contra mí; contra esos
menguados que, por una torpe ganancia, conculcan
todo principio de honestidad y de conciencia y
trafican con el honor y la tranquilidad de
ciudadanos pacíficos. Sí, le repito y aseguro
sobre mi conciencia, que yo no he hecho nada de
cuanto le han denunciado contra mí y mi Instituto,
y aguardo de Su Excelencia alguna prueba, aun
cuando no fuera más que una sola, que desmienta mi
afirmación.
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