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al menos de fama la Obra del Cottolengo, y sabía
que allí se buscaban jóvenes con buenas
disposiciones para seguir la carrera sacerdotal,
envió al joven Provera a Turín con una carta en la
que daba de él los mejores informes y rogaba fuera
admitido en la Pequeña Casa para estudiar. Nada
decía sobre la pensión pensando que el mismo
Francisco trataría de palabra mejor que él este
asunto. Advierto que en aquel tiempo en Mirabello
no se sabía todavía nada o muy poco de don Bosco.
Francisco Provera partió para Turín, ((**It6.50**)) y unos
días después volvió al pueblo. Se presentó a don
José Ricaldone, el cual al verle muy alegre, le
dijo:
-Así, pues, has sido admitido en el Cottolengo?
Y Provera respondió:
-No; me dijeron que no hay sitio.
-Que no hay sitio? Pero, no has dicho que
podías pagar algo?
-No; no me lo preguntaron y yo no dije nada.
-Entonces, vuelve enseguida a Turín; te daré
otra carta más explícita y verás cómo te aceptarán
enseguida.
-No hace falta, contestó Provera; he encontrado
otro sitio.
-Dónde?
-Al salir del Cottolengo me encaminaba hacia la
estación del ferrocarril, cuando vi a un sacerdote
que jugaba con unos muchachos, me paré a mirarlos
y el cura, al verme, me llamó, me hizo unas
preguntas; le conté el motivo por el que me
encontraba allí, y me dijo que fuera con él y le
prometí que iría.
Pocos días después partía Francisco Provera
para Turín y llegó a ser el salesiano que todos
conocen.
Más de una vez me contaron el hecho don José
Ricaldone, la familia Provera y el mismo don
Francisco>>. (**Es6.50**))
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