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por todo el mundo, resaltó la saludable impresión,
que deja en las almas piadosas la muerte del justo
y el horror que despierta la del malvado, puesta
en evidencia por un suceso terriblemente trágico
ocurrido por aquellos días.
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El 29 de junio, anota Ruffino, se celebró en el
Oratorio la fiesta de san Luis. Repartiéronse a
los jóvenes unas medallas con la imagen de san
Luis en el anverso, y la del Angel de la Guarda en
el reverso. Todos se la cosieron al vestido,
incluso los clérigos y los sacerdotes. Predicó el
sermón el reverendo Ciattino, párroco de Maretto y
habló de la importancia que debe darse a las cosas
pequeñas. Gustó mucho. A primera hora después de
la comida, hubo una representación teatral. Y al
caer de la tarde se hizo la procesión. Todos los
muchachos llevaban su medalla. Como en otras
ocasiones, había algunos vestidos de santos; uno
iba representando a san Juan Bautista. Al
anochecer hubo globos aerostáticos, cohetes y
fuegos artificiales.
El 30 de junio se cantó la misa de difuntos por
el alma de don José Cafasso, en la iglesia de san
Francisco de Asís, con una función muy modesta.
Don Bosco participaba en todos los sufragios por
el alma de su santo paisano y hallaba siempre su
consuelo en la Residencia Sacerdotal. Eligió para
nuevo ((**It6.652**))
confesor al teólogo Golzio, con quien siguió
confesándose regularmente cada ocho días. También
Golzio estaba convencido de que el Señor llevaba a
don Bosco por caminos extraordinarios y no se
opuso a su método de dirección espiritual ni
siquiera cuando el Oratorio se llenó de alumnos
internos y de clérigos. Afirma don Albera:
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El Rector, que sucedió a don José Cafasso en la
Residencia Sacerdotal fue el canónigo Eugenio
Galletti, el cual por amor de(**Es6.489**))
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