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que era bueno tener normalmente alguna persona al
lado para servirle, y también para recibir alguna
palabra de aliento.
-No, contestó al punto; no.
Y después exclamó:
-No sabéis que toda palabra dicha a los hombres
es una palabra robada al Señor?
((**It6.647**)) Don
Bosco, al retirarse, le observaba algunas veces
desde la puerta entreabierta de su cuarto y lo
veía juntar las manos, besar una y otra vez el
crucifijo, y después, con la mirada vuelta al
cielo, hablar ininterrumpidamente como en una
conversación familiar.
El viernes 22 de junio, después de recibir el
Viático solemnemente, manifestó el mismo don José
Cafasso su deseo de que se preparara roquete,
estola y ritual para recibir el sacramento de los
enfermos y la bendición papal. Quiso que
estuviesen presentes al sagrado rito los
residentes, de los que sólo quedaban en casa
veinticinco por motivos particulares, o por el
servicio de la Iglesia. Los demás, habían marchado
a sus casas, después de los exámenes de fin de
curso.
Al caer de la tarde, fue don Bosco a pedir la
última bendición a su padre espiritual y
bienhechor. Fue aquélla una escena conmovedora.
Nos dejó escrito monseñor Cagliero: <>.
Amaneció el 23 de junio. Muy de mañana quiso
don José Cafasso que se celebrara la santa misa en
el oratorio anejo a su habitación y comulgó en
ella, como lo había hecho en los días anteriores.
Era sábado, y él, que había trabajado tanto para
la gloria de María, deseaba morir en un ((**It6.648**)) día a
Ella consagrado. Había dicho a menudo y lo dejaba
escrito: <<íQué hermoso morir por amor a María!
Morir nombrando a María. Morir en el momento más
glorioso para María. Expirar en los brazos de
María. Salir para el paraíso con María. Permanecer
eternamente junto a María>>.
A eso de las nueve de la mañana entró en
agonía, poniendo los
(**Es6.486**))
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