((**Es6.476**)
más abundantes bendiciones para usted y todos los
miembros de la pía asociación, me recomiendo a las
oraciones de todos y me profeso con la más
perfecta y cordial estima.
Lyon, 7 de julio de 1860.
Su
afectísimo y seguro Servidor
LUIS, Arzobispo de Turín.
Esta fue la respuesta que don Bosco dio a las
amenazas del mundo, que perseveraba en sus obras
malvadas.
Pocos días después del referido registro, el
Jefe de Policía Chiapussi, por encargo de no se
sabe quién, mandó llamar a su despacho a varios
hombres, que sabía habían prestado sus servicios
en el Oratorio, algunos de los cuales todavía
trabajaban en él como jefes de taller o como
empleados, y a otros que estaban colocados en
algún negocio o taller de Turín. Cuando llegaron a
la Comisaría, hízoles a todos, poco más o menos,
las mismas preguntas. Quería saber cuál era la
política de don Bosco, si Pío IX le enviaba mucho
dinero para reclutar soldados, de dónde sacaba el
dinero necesario para efectuar tantas empresas y
quiénes eran sus principales bienhechores. Ninguno
de ellos pudo afirmar nada que comprometiera al
Oratorio. Todos dijeron lo mismo:
-Nunca hemos oído a don Bosco hablar de armas,
ni de guerras; cuando no tiene dinero da vueltas
por todas partes hasta encontrar quién le dé una
limosna.
Uno de los interpelados fue un tal Domingo
Goffi, en algún tiempo jefe de la zapatería y
portero. Frisaba en los cuarenta, conocía a don
Bosco de muchos años atrás, tenía torcidas las
piernas, pero muy suelta la lengua. Aunque nunca
se había encontrado frente a las Autoridades
públicas no se acobardó, y con el corazón en la
mano y con toda franqueza contestó:
-Señor Jefe, usted me pregunta por la política
((**It6.634**)) de don
Bosco; la conozco desde hace muchos años y le
respondo que su política consiste en pensar dónde
hallar pan para sus muchachos.
-Pero no os habló nunca de alistaros como
soldados del Papa para hacer la guerra a nuestro
Rey?
-A mí no me hizo nunca semejante proposición,
porque soy cojo y tendrían que llevarme; pero, en
mi condición de portero, yo trataba con todos mis
compañeros y con los alumnos más crecidos del
Oratorio, lo mismo internos que externos, y puedo
asegurar que nunca oí decir a nadie que don Bosco
haya hablado de cosas semejantes. El habla a
menudo de hacer guerra al diablo, con las armas
(**Es6.476**))
<Anterior: 6. 475><Siguiente: 6. 477>