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ellas colegiales y chicos del pueblo; tenían
habilitadas las salas de una parte del mismo
Seminario. Los profesores, pagados por el
Ayuntamiento, dependían de él. Además, el clero de
Giaveno se había entrometido siempre en los
asuntos del Colegio con perjuicio para la
disciplina, pues el Vicerrector tenía las manos
atadas y había de condescender con las exigencias
de aquellos señores.
Esta era una de las causas por las que el
Seminario se encontraba en mala situación. También
había hecho sentir su nefasta influencia la triste
condición de los tiempos. Podíase comparar aquel
colegio con un Lázaro muerto de cuatro días, y
estaba tan desacreditado ante la opinión pública
que nadie quería colocar en él a sus hijos. No
había ninguna esperanza de poder aumentar el
número de los alumnos para el año siguiente.
Esta es la auténtica relación que nos dio uno
de los profesores que hubo por aquellos años en el
Seminario.
((**It6.605**)) Los
superiores eclesiásticos pensaban cerrarlo para no
tener que pagar a profesores destinados a dar
clase en escuelas sin alumnos. Pero, antes de
llevar a efecto esta determinación, el canónigo
Vogliotti, Provicario y Rector del Seminario
metropolitano, fue a suplicar a don Bosco que
buscase una solución para volver a dar vida a
aquel pobre colegio. Sólo le pedía un sacerdote
idóneo como Director y un clérigo hábil para la
asistencia.
Don Bosco pidió tiempo para reflexionar, pues
andaba en tratos con los de Cavour; y fue a hablar
del asunto con don José Cafasso, el cual dudó en
sugerirle ninguna determinación, pues tal vez
conocía ciertas intrigas, que no eran desconocidas
a don Bosco. Preguntóle:
-A quién enviaría usted a Giaveno como
Director?
-Como yo no tengo, respondió don Bosco,
sacerdotes disponibles en el Oratorio, he pensado
enviar al sacerdote diocesano fulano, amigo mío,
uno de los que en el Seminario de Chieri estaban
siempre conmigo. Es piadoso, docto e intachable en
punto a moralidad.
-íNo le sirve! -replicó don Cafasso, que no
erraba al juzgar a las personas-.íEs demasiado
fogoso y de mal genio!
El Ayuntamiento, que preveía el cierre y
liquidación del Seminario, estaba a la espera,
pues deseaba adueñarse de él para instalar mejor
las escuelas municipales, carentes de locales
aptos y decorosos. Era su derecho, según se
afirmaba, en el caso de cesar el fin principal
para el que estaba destinado aquel edificio. La
dirección del Seminario, informada de estos
planes, pasaba grandes angustias al ver que el
peligro de perder aquel magnífico edificio era
inminente.
Pero el alcalde de Giaveno, José Schioppo,
tenía miras aún más
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