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demasiado fácil a prestar fe a los informes de los
mal intencionados, envidiosos de la suerte de los
demás, y obstinado en sus prevenciones.
Pero don Bosco tenía tan buen concepto de
Buzzetti, que no quiso creer las repetidas
afirmaciones del ingeniero, por lo que éste
renunció a prestar sus servicios en el Oratorio,
pues siempre se le oía decir:
-Conozco a Buzzetti, no está capacitado para
esto.
Buzzetti, perfectamente enterado de las voces
que corrían sobre él, calló siempre, porque tenía
puesta plena confianza en don Bosco.
En efecto, mientras se intentaba echarle del
Oratorio, fue despedido el antiguo empresario.
Buzzetti ocupó su puesto en calidad de maestro de
obras y ahí comenzó su fortuna. Confióle don Bosco
la construcción de todos sus edificios durante
treinta años, de suerte que llegó a ser uno de los
más estimados constructores y empresarios de
edificios e iglesias en Turín.
El segundo propósito de don Bosco fue aumentar
el número de sus alumnos, especialmente para la
formación del Clero. Para satisfacer las
necesidades que le exponían desde todos los
ángulos del Piamonte, esperando alguna ayuda,
determinó don Bosco proponer a familias acomodadas
y a personas caritativas, que si querían enviarle
muchachos capacitados para comenzar ya los cursos
del gimnasio o bachillerato, él se encargaría de
hacerles cursar los cinco cursos con el pago
adelantado de sólo quinientas liras por una vez.
Al mismo tiempo, y para mayor estímulo de la
caridad, pensaba prometer que, parte de aquella
suma, se emplearía para levantar el nuevo edificio
de Valdocco.
Había quien lo disuadía de semejante proyecto,
como de algo ruinoso; estaba entre ellos don José
Cafasso, el cual, después de oír sus razones y
haberse asegurado de que ((**It6.600**)) la idea
había sido bendecida por Dios, decía:
-Es inútil, quiere obrar a su manera; pero hay
que dejarle hacer porque, hasta cuando un proyecto
fuera desaconsejable, a don Bosco le sale bien.
Así, pues, don Bosco preparó una circular, en
la que presentó la propuesta de aquel favor
también para los muchachos que deseasen aprender
un arte o un oficio, y algunos meses después la
publicó y envió a muchas ciudades y pueblos.
Ilustrísimo Señor:
El vivo deseo de proveer a la necesidad, cada
día mayor, de la educación moral de la juventud y
el gran número de jovencitos que piden ser
admitidos en esta casa, llamada Oratorio de San
Francisco de Sales, hacen doloroso el tener que
rechazar
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