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((**Es6.450**) embargo, él solía repetir a sus jóvenes que don José Cafasso era un gran bienhechor de la casa y que le había entregado varias veces cuantiosas limosnas. La última vez que don José Cafasso visitó el Oratorio, fue precisamente para dar un vistazo a los trabajos de la portería, cuyos planos había examinado ya, y para llevar su bendición al Instituto, pues hasta entonces no se le había visto casi nunca por la zona de Valdocco. Una vez inauguradas y arregladas aquellas dependencias, mandó don Bosco colocar, en un cuadro preparado a propósito, un reglamento redactado por él mismo. ((**It6.598**)) REGLAMENTO DEL LOCUTORIO 1. No se permite a los alumnos del Oratorio hablar con nadie, sin permiso explícito del Superior o del encargado. No pueden ser llamados al locutorio más de dos veces al mes, y solamente desde las doce y media a las catorce, todos los días, excepto los festivos. 2. Nunca se permite la salida particular, ni con los parientes, ni con otros. 3. No está permitido a los alumnos recibir vino o licores, ni guardar dinero consigo; quien reciba dinero deberá entregarlo al Prefecto, que se lo suministrará cuando sea menester. 4. Tampoco pueden recibir ni entregar nada a sus parientes, si no es a través del portero. 5. En el locutorio está prohibido fumar y comer ninguna clase de comestibles. 6. Terminado el tiempo de locutorio, debe dejarse libres en seguida a los alumnos. 7. No se permite a los parientes entrar en los dormitorios de los alumnos. 8. El único lugar para hablar con los alumnos es el locutorio; por tanto, no es lícito entrar en los patios sin permiso de los Superiores. Tan pronto como Carlos Buzzetti terminó su primera obra, le confió don Bosco la de la pequeña sacristía a poniente de la iglesia de san Francisco, junto al presbiterio. Esta, lo mismo que la habitación de encima, estaba destinada al clero infantil. Ocupaba una parte del huertecillo, propiedad de don Bosco, que se prolongaba hasta la tapia en la calle de La Jardinera. Buzzetti terminó la sacristía aquel mismo año de 1860, pero le tocó sorber después el amargo veneno de la calumnia. El ingeniero arquitecto le acusó ante don Bosco de hombre de mala fe que buscaba la manera de engañar a don Bosco ((**It6.599**)) en la compra de materiales. El ingeniero era un buen católico, caritativo y miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl, pero al mismo tiempo, (**Es6.450**))
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