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-íDon Bosco! Pero es usted de veras?
Juan Villa también, oída la voz esparcida por
Turín, y que llevaba la prensa diaria, acerca del
encarcelamiento de don Bosco, al día siguiente,
solemnidad de Pentecostés, corrió al Oratorio para
enterarse de lo sucedido y lo encontró confesando
en la iglesia. Regresó al Oratorio después de
comer, lo vio en medio de más de doscientos
muchachos, se acercó a él y le dijo:
-Va la gente diciendo por Turín que don Bosco
está en la cárcel; y don Bosco está aquí
prisionero de sus chicos.
Al día siguiente apresuróse don Bosco a
trasladarse a la Residencia Eclesiástica de San
Francisco de Asís para poner sobre aviso a don
José Cafasso y sugerirle las precauciones que
debía tomar para eludir una inspección, que
parecía inminente. Cuando don José Cafasso oyó los
términos precisos de la orden ministerial, no se
turbó. Se limitó a exclamar:
-Si clavaron a Jesús en la cruz, por qué van a
perdonarnos a nosotros?
La gente que iba y venía por la calle se paraba
maravillada mirando a don Bosco, a quien todos
creían encarcelado.
Efectivamente, iba don Bosco por la ciudad,
acompañado del joven estudiane Juan Garino, y al
llegar al comienzo de la entonces calle de san
Mauricio, entrando por la calle de santa Teresa,
oyó a los vendedores de periódicos que gritaban:
-Don Bosco en la cárcel: a cinco céntimos el
ejemplar.
Era una hojita impresa por sus dos caras. Todos
la compraban por la curiosidad de leer la gran
noticia. Dio don Bosco dos ((**It6.582**)) perras
chicas a Garino para comprar dos ejemplares y
rióse con todas sus ganas. A buen seguro que el
vendedor andaba muy lejos de sospechar que el
comprador era el mismísimo don Bosco.
Esparcióse la noticia de la inspección en el
Oratorio por la ciudad, y se organizó en seguida
una procesión de personas de toda clase y
condición, eclesiásticos y seglares, nobles y
plebeyos, que iban al Oratorio para visitar a don
Bosco y condolerse con él de la afrenta recibida,
y felicitarle por el fracaso de la trama. Uno de
los primeros fue el Marqués de Fassati. La
numerosísima afluencia de visitantes se prolongó
durante varios días. Todos emitían juicios muy
severos contra los que habían ordenado aquel acto
ilegal.
El martes, veintinueve de mayo, apareció en el
diario Armonía el siguiente artículo:
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