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y así, después de beber, les hizo notar que había
llegado la hora en que, como todos los sábados, él
debía ir a confesar. Les rogó, pues, que dejasen
subir a los muchachos a la habitación como solían,
o empezaran ellos a hacer su propia confesión.
-Yo lo necesito, dijo uno.
-Yo también, replicó otro.
-Y yo más que ninguno, concluyó el abogado
Grasselli.
-Entonces, dijo don Bosco, empecemos.
-Si hiciéramos esto, observó el Delegado, qué
dirían los periódicos?
-Y si vais al infierno, repitió don Bosco, irán
acaso a sacaros los periódicos y los periodistas?
-Tiene usted razón, pero... basta ícaramba!
Otro día... otro día...
Mientras tanto, entre una cosa y otra, sonaron
las seis de la tarde.
Habían rebuscado por todos los rincones de la
habitación de don Bosco y de la contigua
biblioteca, pero sus pesquisas habían resultado
inútiles. Aquellos hombres ya tenían hambre. Don
Bosco recibía llamadas insistentes de unos y de
otros de la casa para un sinfín de asuntos de la
familia; a más, los muchachos que solían
confesarse con él querían entrar en la habitación
y empezaban a porfiar con los guardias que no los
dejaban pasar. En vista de lo cual los del
tribunal mandaron a los guardias retirarse de los
puestos donde habían sido colocados y determinaron
llegar a una transacción y concluir aquel negocio
marchándose del Oratorio, pero don Bosco se opuso.
-Levanten acta de lo realizado, les dijo, y
después pueden marcharse.
-La haremos en la oficina, contestó el
Delegado.
((**It6.578**)) -Esto
no les conviene a ustedes ni a mí, replicó don
Bosco.
-Por qué?
-Porque ustedes podrían cambiar el estado de
las cosas, lo mismo que podría hacerlo yo también;
por lo tanto extiéndase aquí el acta en debida
forma.
-Pero si no hemos encontrado nada.
-Hagan constar en su acta que no encontraron
nada.
-La firmará usted también?
-Extiéndala de acuerdo con la verdad, y también
yo la firmaré.
Y así se hizo. He aquí el documento.
El 26 de mayo del año 1860, en Turín, en casa
del muy reverendo don Juan Bosco, propietario de
un internado de muchachos aprendices y
estudiantes, situado en la calle Cottolengo.
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