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((**Es6.433**) -íMal rayo te parta!, gritó el que la tenía en la mano; ímirad! Nos mandan hacer registros, nos obligan a llevar una vida aperreada y luego se cartean con los mismos registrados. -íSeñores!, exclamó don Bosco, han conocido esa firma? Les parece leal y noble esa manera de proceder? Los recomendados en esta casa por el Ministerio, o por personas empleadas en sus oficinas o en las del Ayuntamiento, son quince. Pero yo lo perdono todo y quiero pagar la maldad con un acto de caridad. Los hombres aquellos lanzaron entonces las otras cartas, aún sin abrir, sobre el escritorio, sin preocuparse de examinarlas. De haberlas abierto, se hubieran tropezado con una expedida desde Roma, la cual, aunque inocentísima por sí misma, habría podido, sin embargo, ((**It6.576**)) convertirse en cuerpo del delito y levantar castillos en el aire sobre Dios sabe qué conspiraciones contra las instituciones del Estado. íQué bueno es el Señor y cómo juega de mil modos para ayudar a los que El quiere! Ya habían pasado casi tres horas de inútil registro; los cinco pesquisidores, por culpa del ajetreo de su ingrato cometido, del polvo que habían tenido que tragar al remover y trashojar libros viejos, y del calor que hacía en aquella habitación, tenían el garguero seco y abrasado por la sed. Diose cuenta de ello don Bosco y se compadeció. Hacía un poco que había entrado en la habitación José Buzzetti, so pretexto de dar un recado a don Bosco, pero en realidad para ver qué necesitaba y ordenóle don Bosco que llevara algo para beber. Los escolares ya habían salido de sus aulas y hacían recreo casi en silencio. Acá y acullá veíanse grupos que conversaban entre temores y esperanzas; otros iban y venían a la iglesia para rezar por el feliz resultado de la cuestión; todos, en fin, estaban ansiosos por ver el desenlace de aquel asunto tan fastidioso que los llevaba de cabeza. Cuando vieron a Buzzetti con una bandeja en la mano, vasos y botella, abrióse su corazón a la esperanza y dieron señales de alegría pensando que ya no había peligro para don Bosco. Los indagadores, convencidos por fin de que don Bosco no era hombre tal como para inspirar temores al Gobierno, al ver la bondad y cortesía que usaba con ellos, en el mismo momento en que cumplían un encargo antipatiquísimo contra él, acabaron por concebir aprecio y admiración en su favor; diéronle gracias y bebieron todos juntos alegremente, brindando a su salud. Este rasgo de caridad, las bromas anteriores y las amables palabras que de vez en cuando les había dirigido, habían hecho ((**It6.577**)) que don Bosco se adueñase en cierto modo del corazón de sus pesquisidores; (**Es6.433**))
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