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-íLibros de los jesuitas! Exclamó el otro;
ítodos secuestrados!
-No, objetó el Delegado, son demasiado gruesos
y se necesitaría un mulo para llevarlos; véase
antes su contenido.
Aquél, para no dar a entender que no sabía leer
en los libros voluminosos, abrió el tomo que tenía
entre las manos y estuvo leyendo durante casi una
media hora. Al fin dijo:
-íAl diablo con estos libros y quien los
escribió! No se entiende ni jota; están todos en
latín. Si yo fuera rey, aboliría el latín y
prohibiría imprimir libros de esta lengua. En
conclusión, qué contienen estos volúmenes? De qué
tratan?
-Son las vidas de los Santos. Ese que usted
lee, respondió don Bosco, contiene la vida de san
Simón Estilita. Oigan todos un instante: ((**It6.572**)) este
hombre extraordinario, horrorizado ante el
pensamiento del infierno, pensando que no tenía
más que una sola alma y temiendo perderla, dejó la
patria, los parientes y amigos y fue a hacer una
vida santa en el desierto.
Subióse después a una columna y sobre ella
vivió muchos años, gritando siempre contra esos
hombres del mundo, que sólo piensan en gozar, sin
hacer caso de las penas eternas, que están
preparadas en la otra vida para los que viven mal
en la tierra.
Y, hojeando aquel volumen, prosiguió:
-Trata también, véanlo ustedes, de otras buenas
personas, que por no ir a vivir con el diablo,
obedecieron las leyes de Dios y de la Iglesia.
Fíjense en este santo, y señalaba la portada de la
página: este santo se confesaba una vez a la
semana. Este otro, y mostraba el principio de otro
capítulo, se confesaba dos veces por semana. Este
otro, se confesaba cada día y éste que viene a
continuación...
-íBasta, basta, don Bosco!...
-íBasta, si quieren! Pero adviertan que todos
ésos cuyas gestas se leen en estos libros,
cumplieron con Pascua cada año, como supongo harán
también ustedes, señores míos.
Al oír este disparo a quemarropa, aquellos
buenos señores contestaron:
-íClaro, claro...! íNo faltaba más...! íQué
diantre! No vaya usted a creer que nosotros...
íseguro!
Y los Bolandistas volvieron a ser colocados en
su sitio.
En el ínterin uno de ellos le dijo:
-Don Bosco, si sigue usted un poco más con sus
sermones, tendremos que ir todos a confesarnos.
-Precisamente, ni más ni menos, respondió don
Bosco. Hoy es sábado y mañana la solemnísima
fiesta de Pentecostés. A eso de las
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