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((**Es6.426**) -Dónde está la copia? -Hela aquí, impresa en esta hoja, y en este número de las Lecturas Católicas. ((**It6.567**)) -Pero no es el original. -Es idéntica. -Es una traducción. -Pero va acompañada del texto auténtico. -Veamos, replicó el abogado Grasselli; y se puso a cotejar, renglón por renglón, palabra por palabra. Cuando vio que el impreso estaba conforme con el original, concluyó: -Para nosotros es mejor tener esta copia, en la que hay latín e italiano, que es más fácil de entender. Y se conformaron con el impreso, dejando el original manuscrito que don Bosco guardaba como precioso recuerdo. Después de remover todos los papeles, se obstinaron aquellos señores en encontrar, a toda costa, algo que pudiera interesar a la fiscalía para vanagloriarse de ello ante sus jefes, y se dedicaron a buscar en el cuarto contiguo, destinado a biblioteca. Empezaron, pues, a sacar libros, queriendo hojearlos todos para asegurarse de que no contenían documentos. Levantóse una polvareda regular. Entonces don Bosco dejó la silla donde había estado sentado hasta entonces, teniendo escondido bajo el pie aquel telegrama, que ya estaba cubierto con el polvo que formaban los ladrillos del pavimento. Entró en la biblioteca y exclamó. -íBravo, señores!, les agradezco que hayan desempolvado mis libros. Hace mucho que no he podido cumplir este trabajo por mis muchas ocupaciones. Quién sabe cuántos meses y quizá años hubiera tenido que esperar mi biblioteca esta limpieza, de no haber sido por su bondad que los ha movido a tomarse esa molestia. Mordiéronse los labios los inquisidores, disimulando la pulla que les escocía. Pero la franqueza de don Bosco los dominaba. Uno de ellos había encontrado un papel en el que estaba escrita esta sentencia tal vez demasiado ((**It6.568**)) clerical: en todo tiempo, cuando se quiso destruir la religión, se comenzó por perseguir a sus ministros. Ya se estaban alegrando de este descubrimiento, cuando he aquí que uno leyó al pie de ella las dos palabras Marco Aurelio; y preguntó al compañero: -Sabes tú quién es Marco Aurelio? No obtuvo contestación, y murmuraban entre ellos: -íMarco Aurelio, Marco Aurelio! -Si quieren ustedes ver el tomo de donde está sacada esta sentencia, ahí lo tienen, dijo don Bosco señalándolo. (**Es6.426**))
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