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Entretanto los alumnos, después de sonar las
dos de la tarde, se habían retirado a sus
respectivas aulas y talleres. Pero algunos que se
quedaron en el patio o salieron fuera de los
locales de trabajo o de estudio, no tardaron en
darse cuenta de que algo grave podía suceder;
bastaba para convencerse de ello la presencia de
tantos guardias, que parecían estar al acecho para
cazar un ladrón o un asesino. Así, pues, como la
pólvora, corrió por todas partes la voz de que
querían llevarse a don Bosco preso; efectivamente,
había un coche a la puerta esperando. La voz
sembró la alarma y la consternación por toda la
casa: los muchachos no querían seguir en las aulas
ni en los talleres; y unos a voz en grito, otros
llorando, pedían salir para defender al propio
padre e ir con él a la cárcel. Fue tan conmovedora
la escena durante algunos instantes que, aún hoy,
los antiguos alumnos que la presenciaron no pueden
contener las lágrimas al recordarla. Costó mucho
trabajo a profesores y jefes de taller contenerlos
y persuadirlos de que no había ningún peligro para
don Bosco y que de haberlo, ellos mismos los
avisarían y guiarían a su defensa. Tuvo que acudir
el clérigo Juan Cagliero a exhortar a unos y otros
para que estuvieran tranquilos y recomendar a
todos que rezaran.
Con todo se concedió la salida a algunos de los
mayores, ((**It6.558**)) los
cuales se acercaron a don Bosco y uno le preguntó
en voz baja:
-Permite que nos deshagamos de esa gentuza?
-No, respondió él, os prohíbo toda palabra,
todo gesto que pueda ofender a nadie. No tengáis
ningún temor; yo lo arreglaré todo; vosotros id en
hora buena a cumplir con vuestros deberes y animad
a vuestros compañeros a que estén tranquilos.
Sin estas palabras de prudencia y de paz,
aquella tarde hubiera sucedido algún desastre,
pues reinaba tal acaloramiento en aquellos
corazones juveniles que se habrían dejado
descuartizar para defender a don Bosco.
Angustiadísimo estaba también el querido
prefecto don Víctor Alasonatti, brazo derecho de
don Bosco. Temía su encarcelamiento y el de los
alumnos; y explicaba el motivo.
-Entre tantas cartas, decía, como don Bosco
recibe en estos días, puede que alguna trate de
política contraria al Gobierno, y repruebe la
anexión de la Romaña 1. Un escrito de esta índole,
aún cuando no hubiese salido de su pluma, les
bastaría, sin embargo, a éstos en esta ocasión de
pretexto para emplear la violencia contra él.
íPobre de mí, si sucediera semejante desgracia!
Qué puedo hacer
1 Región que formaba parte de los Estados
Pontificios. (N. del T.)
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