((**Es6.417**)
-Traen ustedes algún documento acreditativo,
como prescribe la ley?
-íNo!
-Entonces, quién les autoriza para hacer esta
visita fiscal?
-Las autoridades no necesitan autorización de
nadie.
-Perdonen, señores. Creo que ustedes son
personas de bien, pero podría estar equivocado.
Mientras no me presenten su mandato, con los
límites del mismo, ((**It6.555**)) no
tengo por qué recibirles a ustedes en mi despacho,
ni en ningún otro lugar de esta casa... y sabré
defenderme.
-íCómo! Se atrevería a rebelarse contra la
autoridad?
-Soy un súbdito fiel; respeto la autoridad y la
hago respetar a los demás; pero no quiero abusos.
-Aquí no hay abusos. Quiere usted obligarnos a
hacer uso de la fuerza?
-Se guardarán muy mucho de emplear la fuerza en
mi casa. La Constitución garantiza la
inviolabilidad del domicilio a los ciudadanos
pacíficos y yo consideraría como violación de
domicilio cualquier violencia que se me hiciese y
presentaría querella contra la misma.
El Delegado y sus dos secuaces se miraron entre
sí. No habían llevado consigo ningún mandato,
pensando que bastaría su presencia para atemorizar
a un pobre cura y forzarlo a hacer todo lo que
ellos quisieran. O tal vez también, con toda
intención y obedeciendo instrucciones recibidas,
habían dejado el mandato en la oficina del Jefe de
Policía.
-Entonces, replicaron aquellos señores, no cree
don Bosco en nuestras palabras?
-Yo no digo que no crea; sólo digo que si
ustedes quieren entrar en mi casa, han de
presentarme el mandato.
Mientras duraba este altercado entre don Bosco
y aquellos señores, se desparramaron por el patio
y las escaleras dieciocho guardias de la seguridad
pública, uniformados unos y disfrazados otros y un
grupo de ellos se quedó de centinela, fuera del
Oratorio, impidiendo la entrada a los extraños.
Parecía que la policía hubiese confundido una
pobre casa de huerfanitos con una fortaleza de
austriacos, que hubiese de tomarse al asalto.
El delegado Grasso, impaciente por el largo
coloquio o tal vez para atemorizar a don Bosco,
mandó que se acercaran algunos policías y después
en tono elevado y severo replicó:
-Nos acompaña, pues, a su despacho?
(**Es6.417**))
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