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((**Es6.412**) encontraba entonces la Iglesia, en Italia en general, y particularmente en el Piamonte. Exponer después los diversos motivos del rencor sectario contra el Papa y el clero, que le era fiel y rendía obsequio a la antigua ley de disciplina: Miles pro duce; Dux pro causa militat (el soldado milita en defensa del soberano; el soberano por la causa). Pero, o no tuvo tiempo de acabar el trabajillo, o bien cambió de parecer y se limitó a la escueta narración de los hechos; y conservó para sí aquel manuscrito del que sacamos nosotros lo expuesto y lo que vamos a exponer, añadiendo algunas circunstancias, por él omitidas, que hemos sabido por los alumnos de aquellos tiempos. Ofrecemos al lector el prólogo mencionado, que lleva por título: Motivo de este escrito. Para responder a los muchos ruegos, que repetidas veces se me han hecho, y conservar el recuerdo de algunos acontecimientos del año 1860, he juzgado oportuno escribir las cosas principales ocurridas en los registros que hicieron las autoridades gubernativas en la casa de Valdocco. Es mi intención presentar una exposición fiel de lo que sucedió en aquellos momentos de prueba; lo narraré literalmente conforme a la verdad, sin pretender absolver, ni condenar a nadie. Si, por acaso, me equivoco en algo o expreso pensamientos u opiniones que no dicen bien con un sacerdote católico, es mi intención retractar todo lo que, con relación a la religión, pudiera encontrarse aquí merecedor de reproche. Lo escribo para mis hijos, los Salesianos, y espero que les ha de servir de norma y advertencia. De norma. Cuando la divina Providencia permitiera que alguno de nuestros socios se halle en parecidas circunstancias, trate de hablar con las primeras autoridades. He notado que en ciertas medidas odiosas, cuya ejecución se prolonga para daño de los católicos, los Ministros se limitan a dar los primeros pasos y después ya no se cuidan más que de ir hasta las últimas ((**It6.549**)) consecuencias de sus órdenes. Eran casi siempre sus subalternos los que llevaban a extremos desmedidos sus indignos vejámenes. Estos son siempre los más trapisondistas, alardean de celosos esperando progresar en su carrera; les importa poco aplastar a un hombre; a menudo desfiguran los hechos para dar prueba de imparcialidad: quieren que se alabe su circunspección; so pretexto de que no son ellos quienes hicieron las leyes o dieron las órdenes, se muestran inflexibles y, a veces, groseros. Por el contrario, los Jefes, ya sea porque no hay superior alguno a quien rendir cuentas de su gestión, ya sea porque no tienen nada que esperar, pues han alcanzado la meta apetecida, ya sea también por la popularidad que desean y ambicionan para mantenerse en su puesto, el amor a la paz necesaria para disfrutar de su posición, a veces el regusto de verse alabados y de que se acuda a ellos con confianza en su lealtad más o menos verdadera, el pensamiento de que un día pueden necesitar del peticionario o de la corporación a la que pertenece, la educación que han recibido, el buen nombre y estimación que desean conquistar, el respeto humano, la bondad natural, la urbanidad, hacen que se muestren mucho más humanos, razonables y flexibles que sus subalternos, y cuando la (**Es6.412**))
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