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encontraba entonces la Iglesia, en Italia en
general, y particularmente en el Piamonte. Exponer
después los diversos motivos del rencor sectario
contra el Papa y el clero, que le era fiel y
rendía obsequio a la antigua ley de disciplina:
Miles pro duce; Dux pro causa militat (el soldado
milita en defensa del soberano; el soberano por la
causa).
Pero, o no tuvo tiempo de acabar el trabajillo,
o bien cambió de parecer y se limitó a la escueta
narración de los hechos; y conservó para sí aquel
manuscrito del que sacamos nosotros lo expuesto y
lo que vamos a exponer, añadiendo algunas
circunstancias, por él omitidas, que hemos sabido
por los alumnos de aquellos tiempos.
Ofrecemos al lector el prólogo mencionado, que
lleva por título: Motivo de este escrito.
Para responder a los muchos ruegos, que
repetidas veces se me han hecho, y conservar el
recuerdo de algunos acontecimientos del año 1860,
he juzgado oportuno escribir las cosas principales
ocurridas en los registros que hicieron las
autoridades gubernativas en la casa de Valdocco.
Es mi intención presentar una exposición fiel
de lo que sucedió en aquellos momentos de prueba;
lo narraré literalmente conforme a la verdad, sin
pretender absolver, ni condenar a nadie. Si, por
acaso, me equivoco en algo o expreso pensamientos
u opiniones que no dicen bien con un sacerdote
católico, es mi intención retractar todo lo que,
con relación a la religión, pudiera encontrarse
aquí merecedor de reproche.
Lo escribo para mis hijos, los Salesianos, y
espero que les ha de servir de norma y
advertencia. De norma. Cuando la divina
Providencia permitiera que alguno de nuestros
socios se halle en parecidas circunstancias, trate
de hablar con las primeras autoridades. He notado
que en ciertas medidas odiosas, cuya ejecución se
prolonga para daño de los católicos, los Ministros
se limitan a dar los primeros pasos y después ya
no se cuidan más que de ir hasta las últimas
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consecuencias de sus órdenes. Eran casi siempre
sus subalternos los que llevaban a extremos
desmedidos sus indignos vejámenes.
Estos son siempre los más trapisondistas,
alardean de celosos esperando progresar en su
carrera; les importa poco aplastar a un hombre; a
menudo desfiguran los hechos para dar prueba de
imparcialidad: quieren que se alabe su
circunspección; so pretexto de que no son ellos
quienes hicieron las leyes o dieron las órdenes,
se muestran inflexibles y, a veces, groseros. Por
el contrario, los Jefes, ya sea porque no hay
superior alguno a quien rendir cuentas de su
gestión, ya sea porque no tienen nada que esperar,
pues han alcanzado la meta apetecida, ya sea
también por la popularidad que desean y ambicionan
para mantenerse en su puesto, el amor a la paz
necesaria para disfrutar de su posición, a veces
el regusto de verse alabados y de que se acuda a
ellos con confianza en su lealtad más o menos
verdadera, el pensamiento de que un día pueden
necesitar del peticionario o de la corporación a
la que pertenece, la educación que han recibido,
el buen nombre y estimación que desean conquistar,
el respeto humano, la bondad natural, la
urbanidad, hacen que se muestren mucho más
humanos, razonables y flexibles que sus
subalternos, y cuando la
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