((**Es6.40**)
-Ahora, si usted quiere, le doy la absolución.
-La absolución? Pero antes de la absolución hay
que confesarse y yo no quiero hacerlo.
((**It6.37**)) -Pero
usted ya se ha confesado, y yo lo he comprendido
todo.
-Y basta esto?
-Basta. Rece el acto de contrición.
-Es posible?
-Sí. Dios le perdona todo. Es así de bueno y de
misericordioso con los que se arrepienten
sinceramente.
El enfermo rompió a llorar y a decir con pena:
-íAh, sí; Dios es verdaderamente bueno!
Y se quedó sin fuerzas de un modo alarmante.
Comprendiendo don Bosco que le restaban pocas
horas de vida, apoyándose en las declaraciones del
médico, se dio prisa. Hízole todavía algunas
preguntas y, persuadido de que estaba dispuesto a
hacer lo que le pedía la Iglesia, lo absolvió. Por
último, después de prometerle que se cuidaría de
Alberto, se apresuró a enviar recado al párroco de
San Agustín para que le administrara el santo
Viático.
El párroco acudió inmediatamente y llevó
también consigo los Santos Oleos, que sólo pudo
darle sub unica unctione (bajo una unción sola),
porque el pobrecito expiraba.
En otra ocasión fue invitado don Bosco a
visitar a un notario enfermo, feligrés de la
parroquia del Carmen. Habían resultado inútiles
todos los esfuerzos de los sacerdotes para
reconciliarlo con Dios. Don Bosco, que en algún
tiempo había estado en relación con él, aceptó el
ir a visitarlo. Fue recibido muy cortésmente, pero
con toda frialdad. Según su costumbre, se apresuró
a pedir noticias sobre la enfermedad, consoló
afectuosamente al paciente, y le alegró
jovialmente con su amena conversación. El notario
quedó encantado. Pasó después don Bosco a tratar
de las cosas del alma, pero aquel señor,
poniéndose en guardia, le interrumpió:
-Cambiemos de conversación; ya conoce usted mis
ideas... Jamás me dejaré convencer para
confesarme.
-Y eso, por qué?
((**It6.38**)) -Porque
no creo en la religión. Mire los libros que tengo
sobre la mesa.
Acercóse don Bosco y tomó uno de aquellos
volúmenes: eran las obras de Voltaire. Volvióse al
enfermo y preguntóle:
-Y con eso, qué?
-íCompréndalo! Uno que tenga las convicciones
de este ilustre escritor, jamás tendrá la
debilidad de confesarse.(**Es6.40**))
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