((**Es6.37**)((**It6.33**))
CAPITULO III
CONVERSIONES EN PUNTO DE
MUERTE
EL bien que don Bosco hacía a través de las
Lecturas Católicas le había otorgado tal fama de
virtud y de saber, que hacía pusieran en él su
esperanza las almas buenas que deseaban la
conversión de los pecadores obstinados en los
últimos instantes de su vida. A los hechos ya
contados, añadimos los siguientes.
Encontrábase gravemente enfermo en Turín cierto
empleado del Gobierno, que había intervenido en la
ejecución de ciertas leyes contra los derechos de
la Iglesia. Hacía tiempo que vivía alejado de los
sacramentos: la lectura continua de pésimos
diarios había apagado en su corazón todo
sentimiento de fe. El farmacéutico había hecho
saber al párroco que el médico de cabecera había
dicho en su rebotica que aquel señor no llegaría a
la noche del día siguiente. Como el párroco sabía
a ciencia cierta que el tal enfermo no quería
saber nada de curas y, convencido de que le
rechazaría, envió recado a don Bosco rogándole que
intentara salvar aquella pobre alma.
Don Bosco consintió y, he aquí que, al entrar
en la casa, se encontró con la sorpresa de que
salió a su encuentro un jovencito muy avispado con
grandes muestras de afecto y alegría.
((**It6.34**)) Era uno
de los chicos más asiduos del Oratorio festivo de
Valdocco e hijo del enfermo, al que su padre
profesaba un cariño entrañable; constituía todo su
bien y felicidad en este mundo, y, aunque
irreligioso, se dejaba dominar por su chiquito.
Este tomaba a menudo el crucifijo, se lo daba a
besar y su padre, para no disgustarlo, no lo
rechazaba.
Decíale a veces su hijo:
-Quieres que vaya a llamar a don Bosco para que
venga a darte la bendición? La bendición hace
mucho bien y te curará.(**Es6.37**))
<Anterior: 6. 36><Siguiente: 6. 38>