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suele decirse, en la brecha. En un fascículo del
año 1855 había anunciado los castigos de Dios a
los que usurpaban los bienes de la Iglesia y en el
mismo defiende ((**It6.483**)) el
poder civil de los Papas. Era en aquellos tiempos
un acto que requería un valor nada común, y que
podía acarrearle peligros gravísimos, como en
efecto ocurrió. Pero la divina Providencia
predispuso ciertos acontecimientos que don Bosco
supo aprovechar. Tenía su guía, su apoyo en la
Santísima Virgen, y sabía, aunque es tan difícil,
acoplar admirablemente sencillez y prudencia:
<> (pues ésta es la cumbre de la
filosofía, ser sencillo con prudencia), como
afirma san Juan Crisóstomo.
El primer hilo conductor, que llegó a sus manos
y que debía guiarlo por el difícil sendero, fue
una carta de S.E. el doctor Luis Carlos Farini.
Hacía pocos días había asumido el cargo de
Ministro de Gobernación, después de la dimisión de
Rattazzi.
MINISTERIO DE GOBERNACION
5.¦ División, N. 84
Turín, 4 de febrero de 1860
El Señor Alcalde del Ayuntamiento de Lagnasco
suplica a este Ministerio que interponga sus
buenos oficios para que sea internado en el
Oratorio de Valdocco de esta Capital el muchacho
de catorce años Domingo Gorla, huérfano del
difunto Miguel Angel y natural de dicho
Ayuntamiento; pues careciendo de medios de
subsistencia y siendo huérfano de padre y madre,
ha reclamado el apoyo de la caridad pública. El
que suscribe no puede menos de apoyar la petición
por tratarse de colocar a un muchacho que, por sus
buenas costumbres y sana complexión, puede ser
encaminado hacia un arte u oficio con sensible
ventaja moral y material para él mismo.
Confía, pues, el que esto escribe al sacerdote
don Juan Bosco, director de dicho Oratorio, que él
no querrá permanecer al margen del acto benéfico
que se le propone y en todo caso espera de su
benevolencia una solícita respuesta.
Por Orden del Ministro
SALINO
((**It6.484**)) Farini
era un hombre como para mover dura guerra al
Oratorio; sin embargo, tan pronto como subió al
poder, uno de sus primeros actos fue recomendar la
aceptación de un muchacho. Podrá parecer extraño
y, sin embargo, tiene fácil explicación. Era fruto
de la perspicacia de don Bosco. Dado que él hacía,
en su momento, que los que deseaban ingresar en el
Oratorio dirigieran la súplica a un Ministro,
preveía que su Excelencia, indiferente ante un
asunto que no le causaba molestias ni gastos,
concedería fácilmente la recomendación que se le
pedía. Tanto más cuanto que todos los trámites
(**Es6.366**))
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