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Fue padrino de los confirmados el diputado
conde Cays.
Después de la confirmación, el señor obispo
alentó al neófito con animadas y conmovedoras
expresiones a apreciar el gran don de la fe, que
acababa de recibir. Animó después a todos los
confirmados a mostrarse verdaderos soldados de
Jesucristo, cumpliendo con firmeza y valor sus
deberes cristianos sin respeto humano.
Las diversas partes de la sagrada función
fueron alegradas con los cantos de un coro de
voces blancas, que despertaban celestes
pensamientos en el corazón de los asistentes.
Concluyó la función con la bendición de Su Divina
Majestad a la una y media de la tarde.
Nos consignó por escrito José Reano: <>.
Ocasiones semejantes no faltarían, puesto que
el Oratorio de San Francisco de Sales era el
puerto donde se refugiaban muchos de los que
volvían de las sectas al regazo de la Iglesia. La
amabilidad de don Bosco y su admirable paciencia
para aguantar cuestiones vulgares y ((**It6.477**)) hasta
insultos, vencieron más de una vez la dureza de
ciertos corazones. Su lema era: pasar por encima
de toda ofensa para la gloria de Dios y para
ganarle almas.
Con este atractivo adquiría gran ascendiente
sobre los pobres descarriados. Entre otros, acudía
a menudo al Oratorio para discutir con don Bosco
cierto ministro protestante, en otro tiempo
sacerdote católico. La primera vez que acudió,
afirmaba que era necesario poner la Biblia como
base de los puntos a discutir.
-Pero qué Biblia?, le respondió don Bosco; la
vuestra o la nuestra? Quién nos la ha conservado
durante tantos siglos? íVosotros habéis nacido
ayer! Y quién guardó celosamente este tesoro?,
Vosotros? Sólo la Iglesia Católica, con su
tradición, puede aportaros las pruebas de la
autenticidad de los libros sagrados.
El pobrecito no sabía qué responder y don Bosco
lo invitó a comer como un amigo y continuó
invitándolo siempre que iba a presentarle sus
objeciones. Es testigo de estas relaciones Reano,
el cual contaba también que cierto día fue a
discutir con don Bosco un valdense. Como se
prolongara demasiado la entrevista y Reano tuviera
miedo de algún desmán, entreabrió la puerta para
espiar y vio al apóstata de rodillas confesándose.
Por aquel tiempo admitió don Bosco en su casa a
un muchacho convertido de la herejía.
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