((**Es6.354**)
Cuando hubo terminado la confesión, rebosando
alegría corrió a acostarse. Tan pronto como se
levantó a la mañana siguiente, le contó lo
sucedido a ((**It6.466**)) Juan
Bautista Piano, manifestándole que realmente
necesitaba confesarse y que don Bosco había
conocido con precisión el estado de su conciencia.
Y añadió que pocas noches había pasado tan
tranquilas como aquélla.
Otro muchacho, al preparar el embozo de la
sábana para acostarse, se tropezó con un papel:
-Qué es esto?, exclamó en alta voz. íSi serán
los números de la lotería!
Lleno de curiosidad fue hasta el medio del
dormitorio debajo de la luz para leerlo. El
papelito estaba escrito por don Bosco y no
contenía más que el nombre del muchacho repetido
dos veces con un signo ortográfico de admiración.
Lo leyó, lo volvió a leer y exclamó:
-íCaramba!
Volvió junto a la cama, se puso la chaqueta,
que ya se había quitado, y sin más corrió a
confesarse.
Dedúcese de todo esto que cuando don Bosco
sabía que alguien había cometido un pecado grave,
no podía de ningún modo sufrir que fuera a dormir
en tal estado, con peligro de no despertarse ya.
Don Miguel Rúa sabe también de otros que se
encontraron bajo la almohada un papelito con estas
sencillas palabras: -Y si murieras esta noche? -O
también: -Y si murieses esta noche, qué sería de
tu alma? Estás seguro de ir al Paraíso? -Y
también: -Estarías tranquilo, si tuvieses que
morir? -Y con estas y semejantes sentencias los
impelía a ponerse al momento en gracia de Dios.
Podría alguien decir, afirmó justamente
monseñor Cagliero, adelantándose a una objeción,
que don Bosco habría sido previamente enterado por
los asistentes de las faltas de aquellos
muchachos; pero es de advertir que en los primeros
tiempos del Oratorio, durante diez y aún más años,
no existieron todavía los asistentes fijos y, por
lo tanto, no podía enterarse por medio de ellos.
Yo puedo asegurar además que los que recibían
aquellos avisos están persuadidos de que ((**It6.467**)) don
Bosco no conocía sus defectos más que por virtud
divina. Así pues, el espíritu que iluminaba a don
Bosco durante los diez primeros años es el mismo
que lo guió durante todos los años siguientes.
Añadiremos también que don Bosco, no sólo leía
en la frente los pecados, dudas y escrúpulos de
las personas, sino también muchos pensamientos de
distinta clase. A menudo daba avisos a un alumno,
según sus necesidades interiores, causadas por una
preocupación,
(**Es6.354**))
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