((**Es6.352**)
-Qué tal, qué tal?
-íDejadme en paz!
-Qué te ha dicho don Bosco?
-Os digo que me dejéis en paz.
-Eran cuentos los que te contábamos de don
Bosco?
-Cuentos?, íme lo ha dicho todo, todo; aún lo
que se me había olvidado! Pero dejadme solo.
Y se puso a pasear por los pórticos repitiendo
entre dientes:
-íMe lo ha dicho todo, todo!
Cuando más tarde alguien se chanceaba del
carisma de don Bosco, éste le defendía a ultranza
y repetía:
-íDecidme a mí que no es verdad!
Podríamos traer aquí muchos más casos
semejantes a éstos, mas, por estar relacionados
con acontecimientos de suma importancia, los
expondremos donde lo pida el orden de la
narración.
Sin embargo y como broche de los hechos
referidos, repetiremos lo que una noche del año
1871 oímos de labios de don Bosco en el comedor.
Se habían ya retirado los muchachos y quedaron
junto a él don Miguel Rúa y otros Superiores, que
llevaron la conversación a ciertos males morales,
causa principal de la ruina de muchos jóvenes.
Después de escuchar, don Bosco se expresó en los
siguientes términos:
((**It6.464**)) -La
dificultad para curar ciertos males está en
conocerlos.
Sin embargo, el Señor se muestra muy
misericordioso con nuestros jóvenes. Cuando me
encuentro en medio de ellos, basta que haya uno
deshonesto, para que advierta el hedor
insoportable que despide; y si se acerca a mí y
puedo ver su cara, estoy seguro de no equivocarme
en mi juicio.
Por esto precisamente algunos muchachos,
temerosos de que les leyera en su frente, se
quedaban lejos de él. Y si, por cualquier motivo o
porque los llamaba, tenían que acercársele, al
descubrirse la cabeza por respeto solían tapar su
frente con la gorra o dejar caer los cabellos
sobre la misma, como si ello bastara para esconder
la conciencia.
Esto sucedía particularmente a principio del
curso escolar, cuando los chicos, llegados de
vacaciones, aún no habían arreglado las cuentas
con Dios; de modo que cuando aparecía don Bosco en
el patio, era aquello como una desbandada de
pájaros, y quedábanse con él sólo los buenos, que
afortunadamente eran muchos. Huían los que tenían
la conciencia sucia: -Porque, decían, don Bosco
nos
(**Es6.352**))
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